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jueves, 31 de diciembre de 2015

Muchas veces fue cuatro, cinco.
Algunas otras veces no llegué ni a tres.
Otras tantas sentí que las cosas eran duras y todo se teñía de ese tinte casi desconocido, perverso, oscuro y triste.  Ese tinte que te mancha el alma y te cambia en parte, la forma de ver las cosas. Ese tinte que rocía el mundo de pesimismo, de caminos cerrados, de puertas rotas y ventanas sin salidas. 
Esas veces llegué a seis.

Muchas otras parecía que las venas ardían, que quemaban.  Que las uñas y los pelos sentían todo el dolor que el cuerpo y el alma desbordaban.  Inquieto, nervioso. 
Lloraba, sí, muchas veces lloraba. Frenesí de lágrimas incontrolables que no cesaban, ni tampoco intentaban hacerlo.  Sensaciones tristes acompañados por situaciones aún peor. 
Esas, esas eran esas situaciones que llegaba a siete.



Ocho, 
¿Nueve? tal vez ...
Los nervios ya pasaban a la incontrolable desesperación de tener en las manos algo tan inestable como la tristeza misma, y no saber manejarla.  Monótonas noches, largas, duras, de esas casi infinitas donde el sueño no está, y solo es uno con sus pensamientos.
Solo es uno con sus pesares, con sus tristezas.  Con todo eso que nos lastima, que carece del sentido lindo que la vida tiene. 
Días, también tristes.  Mente dispersa, o enfocada, en todo eso que me lastima. 
Heridas que estaban y pensamientos recurrentes que cumplían la función de ese cuchillo llamado inconsciente que hurgaba cada vez más, lastimando, haciendo sangrar una y otra vez.
Y ahí recurrí a esas cosas que llamé escapes, que más que escapar me hundieron en más tristeza, en más soledad.   Me hundió de a poco en todo eso oscuro que tal vez es mejor evitar, en los recovecos más inhóspitos del pesar humano. 
 
Pero salí.
Salí de eso, salté de ese vacío y la superficie me estaba esperando con flores de jacarandá y calurosas primaveras.



Otra vez,
la única vez,
ésta vez.

Ésta vez que se llenó de escapes nocturnos, de llantos recurrentes con lágrimas negras como la pena misma. De abrazos ausentes. De miradas que extraño y de manos que tanto desearía poder mimar. De recuerdos, de recuerdos de aquellas cosas que ocurrieron y también esos recuerdos que me hubiese gustado recordar, como si soñara cosas que no pasaron.
Ésta vez, que a pesar del pensar ajeno no es un amor infantil, o una ocurrencia obsesiva, o un objetivo inútil. Es un querer íntegro y enfermo, incontrolable.  Un querer arrepentido por un dolor causado.
Noches infinitas, días casi sin sentido que intentan buscar su fin en tareas obligadamente hechas con el objetivo de distracción. 
¿Pero como distraer a la mente de algo que viene de los sentimientos?
Como querer abstenerse a pensar cosas de forma consciente cuando es el propio insconsciente que nos recuerda de forma vil aquello que nos destruye de a poco y con todas las emociones posibles.
Como querer no pensar en algo que hasta con la sonrisa en el rostro me dibuja un llanto en lo profundo del alma. Una de esas inquietudes que ni dormido cesa, que hasta soñando lastima.
Que hasta de día te extraña.
Ésta vez, la primera que vivo ésta angustia y esta ausencia. 

Ésta vez,
la única vez,
en la tabla de las tristezas,
que se lleva un diez.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Me estás dejando solo, realmente. 
Y es muy duro enfrentar todos los días esa lucha en mi cabeza entre la razón y la realidad contra la esperanza y la fe, esa que cada día se desmorona un poco más.
Aunque por desgracia, siempre te quise y lo sigo haciendo de un modo que podrías arruinarme un millón de veces y yo seguiría estando un millón más por si me necesitas. Y como sos, te aseguro que me estoy arruinando.
Porque vivo con la incertidumbre de si realmente yo significo algo para vos. Algunas veces confirmo que no, y otras, me doy cuenta que claramente es así.  Solo cuando me lo decís es cuando te creo, cuando al menos por un ratito sigo creyendo que me seguís queriendo, porque ya no hay lugar para interpretaciones sobre tus acciones.
Yo siento lo que haces, porque lo que decís ya es muy poco y a mí ya no me alcanza con eso.
Y lo que haces, me parece tan desinteresado, que cada vez que lo pienso me hace agachar más la cabeza.
Lo siento, por mí, por vos, por ésto, por lo que fue, por lo que es y por lo que tal vez ya no sea más, porque yo siempre fui capaz de todo con tal de dibujarte una sonrisa en la mirada.  Sé, te juro que lo sé, que ese todo que yo hice tuvo una faceta tan cruda y terrible. Sé que te hizo mal, que lloraste y que por noches me odiaste. Lo sé porque te entiendo, porque una de las tantas cosas que me enseñaste, fue a ponerme en el lugar de otro. 
Ahora, lo que me duele, es que no seas capaz de ver que ese todo que yo hice también tuvo un lado contrario al que te lastimó. Que ese lado sigue vigente, fuerte, y con todas las ganas de pelearle al mundo para sacarte una sonrisa. Porque hacerte reir siempre fue uno de mis grandes éxitos, y tuve la suerte  de ver durante un tiempo lo mismo con los ojos cerrados que con los ojos abiertos, porque cuando estaba con vos te veía y cuando no, te soñaba.
Porque ahora todo ésto cuesta el doble, y que mejor que mi fuerza y la tuya para pelearla. Mi fuerza está acá, a rastra de cansancio y tal vez un poco de aceptación, pero de a poco entiendo que la tuya es más débil, más tímida, más chica.
Porque siempre estuve de paso, siempre fui un egoísta desinteresado que reía antes de llorar y que se iba antes de sufrir.  Pero con vos hice una excepción, y crucé los dedos, antes de cruzar los besos y desabrocharme el corazón. Y no hice una excepción porque te haya elegido.    
Elegir, elegí con que juguetes jugar, que teléfono tener, por qué equipo hinchar. 
En cambio, vos, sos de ese grupo de cosas que es un punto y aparte del resto.  Un término adentro de los paréntesis.  La lluvia en Enero en plena humedad,  el primer sol de Primavera, los mejores colores de los árboles más lindos en Otoño, un helado inesperado en esos días calurosos.
Sos de eso que aparece aunque no lo pidas y nos llena el alma.
Y rompo en lágrimas cuando no pensas un poco en que ahora me sigo jugando entero con vos, como aquel día, como ese que te dije las cosas más lindas por primera vez.  Porque te aseguro que pasé de ser la persona más despistada y con poca memoria, a un detallista minucioso y recordando cada pizca de cada recuerdo con todo lo que se refiere a vos.  Si, me acuerdo de cada palabra, de esas que me hicieron sentir pleno y también de aquellas que me hicieron sentir tan miserable como me fuera posible. Ahora mismo siento que yo estoy con vos, y vos de acá ya te fuiste.
Y aunque tal vez me extrañes no haces absolutamente nada para dejar de hacerlo, y duele, y lastima, y quema y desgarra. Porque dolor más grande que tu indiferencia que tanto odio pero con la que tanto convivo, no existe. 
Insisto, insisto y persisto porque me levanto todos los días con la convicción necesaria para pensar que si se quiere se puede, que gana quien persevera. Que no hay nada más importante que defender a toda costa la sonrisa que vendrá. Y que mejor sonrisa que la tuya. O mejor dicho, que mejor sonrisa que la mía cuando te veo.
Que mejor que vos, y mis ganas de querer quedarme. De no querer viajar de regreso a casa, de acurrucarme todo el tiempo que nos sea posible, al lado tuyo. Porque me parece mágico que desde que te conozco hasta ahora, mi principal prioridad en el mundo es verte feliz y que, de algún modo, yo tenga que ver con eso. 
Te quiero, te quiero tanto y sin ninguna ausencia. Te quiero plena acá, y allá también. Te quiero feliz.
Y también quiero que compartas un poquito de eso tan grande que sos vos, conmigo. Total, yo siempre voy a estar acá, esperandote. Solo decime que me quede, que te espere, que te aguarde. Decime sutilmente que me queres. Pero hacelo, que a veces sos tan rebuscada que no logro entender lo que me queres decir con actos.
Porque quiero que sepas, que yo, acá estoy. Solo quiero saber, si vos, vas a estar.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Hoy no sé que escribirte, aunque me muera de ganas de hacerlo.
Hoy, si te tuviera en frente, no sabría que decirte, aunque tenga millones de cosas guardadas.
Hoy, si a causa de una hermosa casualidad te cruzara por la calle, no sabría que hacer, aunque por tantas noches cruzarte fue mi único sueño.


  Hoy, creo que todo se reduce a empezar de nuevo,
   Y que, aunque no tenga idea por donde empezar,
Creo que el principio, sería abrazarte.

martes, 1 de diciembre de 2015

Vaya a saber uno, donde están archivados los legajos de las cosas que jamás sucedieron.
Vaya a saber uno, donde está la constancia escrita de todos los hechos que aunque por más que los hayamos deseado cada noche y cada día por cada instante, no tuvieron lugar.
Aunque ahora que lo pienso, probablemente no exista en todo el universo riqueza tan grande que aquellas infinitas actas, documentos y fichas sobre las improbabilidades más hermosas, de la impresión recibida de un viaje que no se realizó, de la servilleta escrita en algún bar al que no fuimos,  las fotos que nunca fueron tomadas de las vacaciones que nunca hicimos juntos, o de las consecuencias inevitables de una decisión que nunca fue tomada.

¿Donde estarán los videos que nunca se grabaron, de las cosas graciosas que nunca hicimos?
¿Donde quedarán archivados los recuerdos que nunca ruve en la cabeza?  Como ese de escuchar tu risa toda la noche y que te duermas en mi pecho, sin sombras, sin fantasmas ni miedos, queriéndote para no soltarte jamás.
O aquel otro, ese que tampoco ocurrió, el de aquel día que te sentías tan fría y pálida que todas tus inseguridades se calmaron con un abrazo. De esos cálidos, que no te dí. Que los tenía, que los guardaba, que eran solo para vos. De esos que no pasaron, de esos que no te pude dar, aunque me muera de ganas.


Vaya a saber vos,
vaya a saber yo,
donde están los repertorios de los momentos que no sucedieron, aquellos sometidos a la influencia de nuestra memoria, que solo se convirtieron en ficciones... A cada uno de ellos, los recordaría, leería uno por uno esos documentos como relatando un cuento que jamás pasó.


A decir verdad,
mi mayor deseo es encontrar ese lugar,
ese depósito de las cosas que no ocurrieron,
para vaciarlo, para leerlo, para vivirlo.
Para tenerte.

martes, 17 de noviembre de 2015

Entiendo que es imposible que un "perdoname" no suene a justificativo barato, repetitivo e insulso, con el que trato de lavar mis culpas, aún así te pido perdón. Mirándote a los ojos, teniéndote de frente, sintiéndote de cerca. Aunque también te pido perdón cada vez que te tengo lejos, y te pienso, y te extraño.  Te pido perdón cada vez que lloro ese vacío, que siento esa ausencia, que sufro esa soledad.  Te pido perdón cada vez que me pongo en tu lugar.
Pero fue tan lindo que después de cuatro meses pueda pedirte perdón de frente, y haberte tenido en frente.
Y por eso te escribo, porque así me sale decirte tantas cosas que cuando estás cerca no me surgen, no porque no las sienta, sino porque me pongo nervioso, me tiemblan las manos, titubea mi voz, como si estuviera dudando, pero te aseguro que todas las cosas que quiero decirte y no me salen, son todas certezas.
Quiero cuidarte, porque convertiste lo imposible en diario, lo fantástico en normalidad,  y lo inmensamente increíble y lleno de alegría en mi vida cotidiana.  Quiero cuidarte porque creo que ya es momento de que reconstruyamos el vínculo, de a poco, midiendo cada avance y sin forzar el querer volver a donde estábamos, tan cómodos y felices.
Quiero cuidarte, además de quererte!  Porque cuando las cosas se ponen duras, la vida se hacía mucho más llevadera con tu foto en la pared,  con tu mano cerca mío.
Hacerlo significaría tener la mejor razón para empezar todos los días con un  sí, despertando sonriendo cada día, y pidiendo que se repita.  Sería escucharte, sería quererte, sería tenerte, y que también me tengas. Como antes, sabes? pero con el doble de ganas.  Sobre todo, con sinceridad.
Corriéndote los miedos, barriéndote los miedos, y rearmando esa torre de cartas que se llama confianza.

Cuidarte, sería, levantarme cada mañana sin pensar en nada más, sabiendo que tengo el resto del día teniendo mucho que sentir.  Y ese sentir, te aseguro, es todo para vos.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Soñar con alguien que elegís no pensar, aunque no te salga. Tal vez es un arma del subconsciente.
Una herramienta de esa parte nuestra que no razona, que solo quiere, siente, llora y ríe, sin pensar en la lógica de los actos.  De esa parte nuestra más impulsiva, que sigue corazonadas y las persigue, contra viento y marea, si siente que así lo desea.
Soñar con alguien que elegís no pensar, será la otra parte de la cabeza extrañando. 
Nada extraordinario, en verdad. 
Sueño risas en Plaza Moreno.  Sueño simplicidades como miradas, como caricias, como detalles.
Sueño primeras horas de la mañana, y también últimas de la noche, sueño tardes, también mediodías. Mi mente vuela soñando cosas que pasaron, o que nunca pasarán.    Sueño pasos en calle Alvear, también en Naveiro.  
Sueño compañía, y en los sueños también lloro la ausencia.    Miradas como primer argumento de la mañana, como sentenciando con un  sí  que el día va a ser perfecto con vos al lado.   Sueño con estar dispuesto a cambiarlo todo, a romperme entero, a sentir el fondo, a perder el miedo, a empezar de nuevo.
Y luego de soñar, viene la peor parte. 


La de extrañar despierto.

viernes, 30 de octubre de 2015

Ángel de la guarda.

Almorcé, me duché, y me cambié.  Sorprendido, totalmente anonadado, como creo yo que cualquiera de nosotros estaría si recibiría esta trágica noticia de alguien tan cercano.
La ventaja de un pueblo tan chico es que después de un par de cuadras caminando bajo éste calor primaveral, llegué al lugar que en realidad no quería llegar, a ese que camine pero que deseaba que a cada paso en vez de acercarme, lo tuviera más lejos.  Tenía ganas de estar ahí, de abrazar y contener cada persona herida por las injusticias de la vida, pero a la vez, tenía tan pocas ganas de estar ahí, porque sabía que iba a ser un espacio tan lúgubre, tan lleno de  incertidumbres inundadas en lágrimas.
Cuando al fin crucé esa puerta polarizada de vidrio, se sintió de golpe esa energía negativa producto de tanta angustia. 
No sabía si acercarme, o quedarme en un rincón, haciendo de cuenta como que no existo. No tenía idea si me tenía que hacer notar, y que sintieran que yo estaba ahí, acompañando, o quedarme al margen, y consolar, desde el silencio.
Al fin me decidí.
Abrazar a esa gente,  que necesitaba apoyo, que no entendía como su hermano, su amigo, su esposo, su padre, su hijo, se había marchado. Gente, que pedía a gritos explicaciones, que imaginaba en sus tristes pensamientos lo feliz que serían si hubiese alguna forma de volver a ver alguna vez en su vida, a aquel  que se marchó.  Personas, que intentaban pero no lograban entender,  como Dios a veces es cruel,  y como la vida desenlaza en extrañas formas que llegan a tal punto de injusticia, que se vuelven inentendibles.
Silencios casi eternos, de esos que nos da vergüenza hasta respirar fuerte para no romperlos.  Incómodos, angustiosos.  Interrumpidos por sollozos, por lágrimas, por puertas que se abrían al compás de las miradas que seguían con sus abiertas y sorprendidas pupilas a los recién llegados a esa habitación que respiraba tristeza.
Aunque  tengo que admitir, que las peores interrupciones eran esas.
Y por esas me refiero a aquellas que se llevaban la atención de toda la sala, esas interrupciones del silencio que eran producto de almas en pena que recién se habían chocado con esa pared llamada realidad, asimilando, mirando un cuerpo inerte que, a pesar de sus deseos, ya se había marchado.
Esas interrupciones que venían acompañadas de lamentos, de llantos estremecedores que le partían el alma a uno, la piel se erizaba y sentías esa angustia en el pecho, como un nudo, como de esas sensaciones que son tan tristemente incomparables que no se le desean ni al peor enemigo.
En el salón, había una multitud.
Un conjunto de personas consolándose unas a otras, solidarizándose.  Por allá un amigo miraba a una joven situada en frente, y esa a una tía que tenía dos sillas al lado,  dos hermanas se miraban entre ellas, y una viuda en pena miraba a su amor, mientras tomaba la mano de su hija.
 Todos, buscando en las miradas alguna explicación,  algún argumento de porque algunas cosas son tan injustas,  y pasan tan rápido.  Nunca, y digo nunca, se está preparado para perder a alguien. 
Creo yo, que en esa misma sala, en ese mismo momento, cualquiera de nosotros se hubiese ofrecido en vida para devolvérsela a ese ser tan emocionalmente querido por tanta gente. 
Y luego, uno trata de tener fe, trata de creer en Dios, trata de creer que el karma existe, de que si sos bueno la vida te tira cartas para una buena jugada.
¿Pero como haces para creer en todo esto?  Si a veces el destino es ingrato e injustificable, si a veces son inentendibles los caminos que tiene la vida.   
No sé,  no sé si todo esto fue planeado con algún propósito, o si fue una mala jugada del destino. Todavía no sé, y creo que tanta gente que ahora está velando en pena un alma que hoy se fue, tampoco sabe, el porqué de que  en ese juego de tire y empuje entre la vida y la muerte, ganó la más terrible.
Por lo pronto, solo me resta pensar,  que en noches como éstas y a partir de ahora, a pesar del vacío que deja su ausencia,  mi amiga, sus hermanas, y su madre, van a poder mirar al cielo y decirle:

Ángel de la guarda,
dulce compañía,
no me desampares,
ni de noche ni de día,
hasta que descanse
 en los brazos de 
Jesús, José, y María.

jueves, 29 de octubre de 2015

Tal vez no es acá,  tampoco allá, ni ayer, ni hoy, ni mañana, tal vez es cuando vos, o cuando la vida quiera. Por lo pronto preferiría dejar de pensar, y dejar de torturarme aunque sea un rato con tener tantas ideas todo el día en mi cabeza.
Pero realmente me cuesta tanto, y aunque intente infinitas veces siempre vuelvo a los mismos días, a las mismas caras, a las mismas emociones, siempre vuelvo a recordar los mismos olores, los mismos ojos, tus mismas manos. Siempre vuelvo a lo mismo.
Y aunque quiera dejar de pensarlo, ¿como dejar de pensarte?
Desearía con todas las ganas que mientras el universo me de vuelta la cara vos estés ahí, girando hacia mí y abrazándome en silencio.
Y que yo también esté ahí, y dejes el rímel de tus ojos en mi hombro, cada vez que lo necesites para llorar.
Y que me tiemblen los recuerdos, que se me muevan los cimientos, que desee abrazos y que mejor aún, que solo desee un abrazo tuyo. Que de a poco, como siempre lo hiciste, me vuelvas a ablandar con ternuras, me derrumbes con miradas y silencios profundos. Y que tu golpe final sea otra vez, ese te quiero entre risas.
Ese que me enamora, ese que extraño y que tanto quiero.

Y así estoy, con aire de cambio y ganas de tanto. Dispuesto a romperme entero, a sentir el fondo,  a perder el miedo, a soltar el odio,         y empezar de nuevo.

lunes, 26 de octubre de 2015

Mi momento preferido siempre fue tu mirada,  acompañada de tus palabras que me decían un te quiero,  porque ademas de mirarlo, ademas de escucharlo, podía sentirlo, y gozando de eso ya pertenecía a los privilegiados, a ese grupo de gente que tiene la suerte de poder querer, de poder sentir, de extrañar y tener celos, de tener miedo, de tener rabia, de tener enojo y esperanza, de tener tristeza, de tener de todo, todo gracias a querer, y sobre todo, sentirse querido.

Mis momentos preferidos ahora son los recuerdos,  y aunque pueda parecer miserable y obstinado, ¿Como no seguir viviendo de algo que me alimento de felicidad? Si vos me enamoraste del modo más difícil, haciéndome sentir simple, limpio, puro, y prometiéndome con la mirada que me ibas a  hacer feliz. Esa felicidad que necesitaba, esa que a gritos pedía y no encontraba.
Ésa, que aún necesito, esa, que aún sigo gritando.
Tal vez viva el pasado, y tal vez sea mediocre que sintiéndome tan solo y triste, mis únicos momentos realmente felices es cuando piense completamente en mis recuerdos. Ahí, en ese momento, cuando no pienso en nada más, que aislo mi cabeza del mundo y la tristeza, ahí sonrío, y por ahí también cae una lágrima, de esas que se van junto con la tensión, como soltándole la mano a los nervios.
Como no recordarte diariamente en mi rutina  si el camino que recorrimos juntos, llenos de felicidad, fue un campo abierto, y también una playa, y también un bosque. Todo era posible con vos, y todo surgía como de repente, parecía que tenía un largo tiempo de ensayo pero la espontaneidad de los momentos tan perfectamente alegres, eran el broche de oro, esa virtud que los hacía aún mejores.
Como hacer para no pensarte, para que no estés acá, allá, ahí, de cerca y de lejos, gritando, susurrando, abrazando y golpeando, esas puertas de mi cabeza que se abren de par en par cuando lo recurrente se vuelve a presentar, si con vos pasaba el día entero sonriendo, con la ilusa idea de que solo habían sido cinco minutos.  Que suerte haber tenido alguien como vos, para alguien como yo.
Como no querer tenerte de nuevo, cada día, cada hora y cada momento, si el tiempo ya pasó mil veces, y parece que me dice de forma implícita que se quiere quedar,  y me empuja con el codo llenándome de esperanzas, tratando de convencerme de que vos también te queres quedar.   Y a veces lo pienso así, y otras tantas no, y ese ida y vuelta es la tortura más cruel.  El no saber que hacer, cuándo, como, dónde, no saber si sí, y tampoco saber si no. Si tiro, si aflojo, si corro, si paro, si salto, grito, callo, susurro, sigo o freno,  no saber, si blanco ni negro, y estancarme en ese dudoso gris que tanto detesto.
Como no seguir recordando con la mente, con la boca, con mis manos y con mi piel, si nunca me pareció suficiente el tiempo cuando estábamos disfrutando, Siempre quería más de lo bueno, de lo puro y de lo amado, y me encanta ser así, porque siempre quería y quiero más de vos.
Si sos como una canción que siempre pongo, y la vuelvo a poner, una y otra vez, y cada vez con el volúmen más alto, cantando con más ganas y sintiendo, con más fuerza.
Porque mis noches ahora son tristes rutinas,  noches que están más llenas de recuerdos que de estrellas.
Como no extrañarte si con vos sentí la panza llena de risas, el corazón lleno de amor, la boca llena de ganas y la mirada limpia. Como no hacerlo si siempre tengo ganas de vos, y a pesar del tiempo y lo ocurrido, las ganas siguen siendo las mismas, y siguen creciendo.
Como no extrañarte, si hablamos hasta cansarnos, intentando descifrarnos, hasta saber todas tus memorias, hasta saber nuestros hondos secretos, hasta deleitarme con verte,
Hasta que mis ojos obligaban a cerrarse, y dormirme, pero yo los forzaba a quedarse abiertos, para poder seguir teniendo el privilegio que siempre fue mirarte, y también quererte.

miércoles, 21 de octubre de 2015

El miedo, la culpa, la decepción propia, la tristeza.
Los abrazos que faltan, las personas, ausentes.

Las palabras, tus olvidos.
El sol de los atardeceres, que ahora brilla menos.  O tal vez no.
Pero las ausencias que me atormentan me hacen percibir al sol más opaco,
La noche, más oscura,
La lluvia, más melancólica,
El barro, tal vez mas negro,
y tus ganas, disipadas.

Mis palabras,
mis emociones,
mis noches, sí, esas que ahora son solo mías,
porque ahora no las comparto, porque ahora las vivo,
las lloro,
las sufro,
las siento, inundado por la soledad.


Ahora solo quiero que todo pase, de algún modo,
que la indiferencia se vaya,
que ese encuentro que tanto sueño se realice,
que tus ganas vuelvan,
porque mis hechos revelen,
mis enormes ganas de solucionar todo.







viernes, 9 de octubre de 2015

Ya escribir, no sirve.
Ni las tardes con amigos,  ni recostarse en el pasto, ni jugar con el perro, ni escuchar música.

Tampoco sirve el abrazo de mi vieja, o las palabras, de mi hermana.

Mucho menos caminar, o sentarme en el puente, gritar con fuerza o lastimarme la mano de manera idiota golpeando cosas.

No, tampoco sirven los excesos,
 las risas desmedidas por alguna tontería,
 o los esfuerzos exagerados de querer ahogar todo con actividad física.


Ni mirar al cielo, ni contar las nubes.



Rezar, tal vez lo alivie, en esos días donde la fe vuelve,
pero en esos días donde las dudas vienen, rezar no alivia más que ... nada.

Tampoco los consejos,
ni las experiencias,
ya no sirve ni la soledad, ni la compañía.


Ya nada sirve,
ni tampoco llorar, aunque sea por horas, no sirve,
ni gritar mientras lo hago, pataleando tal vez, como un niño

ya nada sirve,
para poder calmar esta tristeza.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Grito que no creo en nada, en que todo es absurdo. A veces mi fe se marcha y no puedo esperar nada bueno de nadie.    A veces, también dudo de mi grito.

Dudo de la compañía, y le grito a la cruel soledad, cuando pido a gritos los deseos más simples que nunca tengo,  como uno de esos abrazos a ojos cerrados, de esos que convierten los brazos en hogar, fuego y azúcar.

Dudo también de que la felicidad me haya dicho la verdad cuando afirmó decirme ser mi amiga, ahora que hace tiempo que se fue y que la tristeza llegó, lenta, suave, y se meció en mi penosa mirada, en mi ahora inexistente sonrisa, y se instaló  cómodamente en mi corazón.


Y aunque estoy tan seguro que existen tantas noches como días,  y que cada uno dura lo mismo que el que lo precede.  Hasta los momentos más felices se hacen imposibles de medir sin unos momentos de oscuridad,  y que  ser feliz perdería todo sentido si no estuviese equilibrado por ser triste.
A pesar de que soy consciente de eso,  hace tanto tiempo que el sol allá arriba yo no lo siento, y que creo que mis días son tan nublados y mis noches, tan oscuras.
Hoy, entiendo, que cada día es tan horrible que no podría ser peor.

martes, 6 de octubre de 2015

La calma de los más hermosos paisajes, y las vistas más impresionantes, como estampillas en cartas de buzones olvidados en esquinas atrapadas con silencios del pasado,  desenvolvían mi calma más profunda.  Pero siempre esa calma era interrumpida por el pensamiento recurrente de saber que al volver de esa calma, de ese viaje, de ese receso de aquella vida que acá llevo,  iba a volverme a sentir tan miserable y tan poca cosa como diariamente lo hago.

Ahora, ahora que estoy acá, que volví convencido de que hay algo más grande, más allá, más inmenso y más omnipotente. Ahora, que estoy acá, con ganas de arreglar todo pero con un mundo que lamentablemente se cansó de darme oportunidades. Ahora, que estoy acá, tan triste y tan solo.

Ahora, que estoy acá,  derrotado,  tristemente pienso que mi cuerpo está esperando nuevamente ese día en el que mi cabeza explote y no de más, y se acueste en la cama a esperar partir.
Eso sí, esta vez, no voy a fallar.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Como no sentir por las noches ese frío que dejó la ausencia de tu cálido cuerpo, y la tristeza de tu partida ipso facta, el pesar de tu recuerdo que por los días me atrapa y por las noches me agobia.
Como no extrañar tu afecto tan sincero y tan potente, que siempre sorprendió mi cuerpo y también mi mente.
Como hacer para no pensarte por las noches, para no recordarte cuando camino las calles solitarias donde antes estaban inundadas de tu compañía,  y no desear todo el tiempo, con todas mis fuerzas, salir corriendo sin importar la distancia para poder ir a buscarte.

Decime, por favor, ¿como hago?
para no desear todo el tiempo un abrazo tuyo,  poder sentir tu perfume y también tu tacto.
Mirar tus ojos, tocar tus labios, y acariciar lo profundo de tu pelo moreno.

Recorrer con la vista los detalles de tu cuerpo, los pliegues de tu ropa, y lo lindo del clima cada vez que tus manos me tocan.

Decime, porque no se, ¿como hago?
para dejar de quererte tanto, y sentir mi vida vacía en éste tiempo en que tu ausencia hace presencia.


O mejor, pará, no, quedate ahí, no me digas nada.
Mejor vení, quedate acá, conmigo, enseñandome, de a poquito, como tengo que hacer parar quererte.

martes, 22 de septiembre de 2015

Calor tenue de primavera, 
hojas, en lo alto de las copas muestran los primeros rastros de las tonalidades,
tallos verdes que aparecen.

El frío se marcha, a lo lejos alguien lo llama y el se retira,
obediente, sistemático.

Sonrisas que tal vez vuelvan,
lágrimas que tal vez, se vayan.

Abrazos, que quizás regresen.
Y yo sigo viviendo en esos sueños que despierto siento, que despierto vivo, que dormido tengo.

Creyendo aún que sos la versión acústica de las canciones,
la estrella que más brilla en la noche que más oscurece,
la última porción de mi postre preferido

Creyendo aún, que tus ojos me dan vida,
en un mundo,
repleto de miradas que matan.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Amaría con todo mi ser cuidarte ahora mismo, y buscar los modos de hacerte feliz. Sacarte sonrisas de las maneras más extravagantes, y también de las más simples. Disfrutaría permanecer el día a día con vos y poder tener la confianza y la seguridad de que yo realmente te hago bien, porque te aseguro que más allá de mis miedos, que son muchos, mi esfuerzo se impondría ante ese constante temor de perderte y ganaría ese tire y empuje, para que vos te sientas bien estando al lado mío.
Disfrutaría tanto sacarnos fotos juntos, mimarte cuánto sea mi límite posible, peinarte cuando me dejes, mirarte todo el tiempo, cocinar juntos, dormir, tan solo dormir abrazado a vos sería el placer más grande que podría gozar.  Amaría tanto salir a pasear con vos, jugar con el perro, mirar el cielo acostados en el pasto, mirar el amanecer,  hacerte cosquillas y terminar peleando porque me rasguñaste, hacerte reír cuando estás tan enojada que te pones odiosa e histérica.
Abrazarte, también me encantaría abrazarte, después de una pelea en la cuál ambos nos arrepentimos de habernos tratado mal. O también regalarte un abrazo cuando tengas frío, o cuando me lo pidas, o cuando tenga ganas de dártelo. En fin, me encantaría abrazarte todo el tiempo.
Hacerte regalos.  Simples, o no tanto.
Llenarte de sorpresas, de esas realmente inesperadas, repletas de mi esfuerzo y mi cariño.
Acompañarte a cualquier lado, reírme con tus amigas.
Extrañarte, cada vez que te tengo lejos, y desesperarme, cada vez que no hablamos. Pero sentirme totalmente lleno cada vez que te siento cerca, y recuerdo los límites de tu cuerpo, y lo suave de tu boca, y lo lindo de tus ojos, y puro de tu alma.
Disfrutaría ver esos programas de moda que miras vos, y esperaría ansioso que el jurado encuentre la ganadora de esas tres mujeres, mientras te tomo por la espalda y te huelo el pelo, a la vez que sonrío y fijamente te miro, como hipnotizado. En realidad vos y yo sabemos que nunca pude parar de mirarte, que te miré tanto y todo el tiempo. Que te miré con ojos enamorados,  a veces llenos de dulzura, a veces llenos de enojo, pero siempre te miré con un trasfondo que iba más allá de emociones que sentía en ese momento, y que todo se reducía al inmenso amor que te tenía, y que te tengo.
Me fascinaría poder sentir otra vez ese disgusto, esa impaciencia al saber que un micro se atrasó, y caminar de un lado hacia otro en la terminal,  mirando a ambos lados de la ruta si quizá te acercabas de a poco en ese gigante con ruedas, y poder sentir una calma inmensa, seguida de una mirada embobada y una sonrisa tan genuina, al verte a vos bajar del micro, lentamente, y entender que estabas casi tan ansiosa como yo.
Quisiera que ambos podamos de nuevo sentirnos inseguros a veces, pero que todos nuestros miedos se calmen cuando sintamos el cálido abrazo del otro, con el resguardo que implica el querer en serio.

Desearía, con toda mi alma, priorizarte en mi vida, dejar de lado lo que sea con tal de verte, dedicarte mi tiempo y mi paciencia, mi importancia en los detalles, mi atención.
Dedicarte todo, absolutamente, pero sobre todo, dedicarte todo el amor que me sea posible, y mucho más.  Porque te amo, ayer, hoy, y siempre.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Y son constantes las ganas que tengo de conversar, de saber como estás, de preguntarte como estuvo tu día y saber si con palabras puedo ayudar a calmar cualquier problema que te pase.
Son constantes, mis ganas de saber si te reíste a la tarde, si disfrutaste a la noche y si lograste divertirte. También si llegaste bien a tu casa, abrigada, acompañada y contenta.

Son constantes mis celos, mi bronca, mi envidia, mis nervios. Mi inquietud por no saber en qué pensas, que sentís o que haces. Mi desesperación por haber entendido que si te escribo no te importa, si te pienso no te interesa, y si te busco no te encuentro.

Es tristeza, es angustia. Son ganas de ir a buscarte pero sin tus ganas de ser buscada.

Si supieras, por un momento, la cantidad de cosas que podría llegar a darte tan solo si fueses capaz de darme un pequeño lugar en tu vida.

Te aseguro, la confianza volvería, sonreirías, abrazarías.
Y de nuevo, otra vez, me mirarías a los ojos y sabrías con certeza que me vas a tener siempre, en las buenas, en las malas, pero siempre, ahí, abrazando a alguien que amo con locura.

miércoles, 9 de septiembre de 2015


Comer sin sal, a mi parecer, convierte a la comida en algo un tanto insulso. Y comer la sal sola, es repugnante.  
Y es raro, pero también lógico, que lo compare con lo que estoy viviendo.   Realmente yo siento que el día a día sin vos es algo bastante insulso, y siento que pierde un poco el sentido.  Por otra parte, sentir la felicidad en determinados momentos y no poder gozar con el lujo de tenerte también es repugnante.
Sobre todo, se vuelve raro, algo incompleto, vacío quizás. Haber conocido esa felicidad que vos me diste, simple por momentos, compleja por otros, pero siempre completa, hace que yo ahora que no estás sienta que los momentos alegres se rebajaron un poco, y el nivel de sentimiento tal vez esté, pero más bajo, distinto, hasta peor, quizás.

Vivo pensando y cada vez estoy más convencido de que haberme dejado atrapar por vos fue la decisión más correcta que tomé. Nunca hubiese creído la simplicidad de mi sonrisa con el solo hecho de ver la tuya, de tocar tu mano, de mimar tu pelo, caminar al lado y mirarte un poco. Me sentía feliz cuando puteabas por haber perdido la tuerca de un arito, o cuando tenías esas crisis pre salida antes de algunas noches, donde tu nivel de histeria subía y a pesar de que a veces me contestabas mal, yo seguía ahí, sonriendo, disfrutando de ese acto cómico que era verte mover de acá para allá, probandote algo y resongando porque no te gustaba. 

Y yo ahí, calladito y con una sonrisa en la cara, mirando pero no opinando, disfrutando de esa indecisión.  Al principio me preguntabas las opciones, después dejaste de hacerlo cada vez que te dije que todo lo que te ponías me gustaba como te quedaba.   
En verdad lo pensaba así, y cada cosa que te ponías me parecía aún mas linda que la anterior.
Aunque lo importante ahí no era la ropa, tampoco las pulseras, los zapatos o la cantidad de cadenas o pendientes que te pongas, ahí lo importante eras vos, el resto me era indiferente, porque te hubiese dicho que estabas preciosa si terminabas desnuda, o envuelta en una sábana. De cualquier modo, estabas bien, y siempre lo estuviste.

Todos mis días eran iguales, hasta que los empezaste a cambiar vos.  Y realmente amaba la vida, te amaba a vos y también me amaba a mí, cuando estaba en frente de esa mirada sostenida, cuando los ojos marrones como espejos de tu alma me mostraban la ternura que se encerraba en ese cuerpo que parecía frívolo y distante pero que a medida que pasó el tiempo gocé de lo intenso de tu ternura cuando me la regalabas.


Un día de éstos voy a escribir la historia de lo que podría haber sido, con la realidad de las peleas y los llantos, alguna que otra discusión y también tristeza. Pero, carajo, una historia con futuro, con alegría y con amor, con cada esfuerzo de aprender y crecer juntos. Una historia, así, acompañados. Una historia que podría haber sido presente y no haber quedado en la historia.
Porque capaz que éste boludo de brillante armadura que te enamoró, no era más que yo, un idiota envuelto en papel aluminio, pero empapado en ganas de darte razones diariamente para que me quieras cada vez más, como yo lo hacía.



Ahora, solo me resta ésto.
Lidiar con la indecisión de olvidarte o de quererte,  pero la elección es tan difícil porque ambas duelen, aunque también ambas quiero. En realidad, simplemente, voy a terminar haciendo aquello que vos elijas. Al fin y al cabo, todo se resume a tu elección.

martes, 8 de septiembre de 2015

Tu simpleza tan básica para vivir la vida, tu sonrisa fácil, todos los recuerdos que me hiciste guardar de a poquito y que tanto aprecio.
Esa capacidad que tuviste de enamorarme con una sonrisa, y no me refiero a una sonrisa tuya que ví, sino a una sonrisa mía que me provocaste.  Me encantaba como eras conmigo, y no por el hecho de merecerme cada palabra cariñosa que me brindabas, sino porque realmente querías decirlas, te tomabas tu tiempo y lo hacías cuando creías que era el momento justo, pero cuando lo hacías eras feliz.
La realidad es que, como alguna vez te dije, te idealicé en un principio, pero cuando luego me dí cuenta de la cantidad ridícula de veces que te podías equivocar y meter la pata, no sentí desilusión y paulatinamente fui creciendo al lado tuyo, aprendiendo a enamorarme de las pequeñas cosas que me sacaban una sonrisa. Y hablo de esas cosas que me dabas, de todas las miradas, de todo el afecto, de todos los besos, de todo ese popurrí de emociones que me hiciste sentir.

Creo que tenes algún don oculto para querer, porque la forma en la que me hiciste sentir querido es casi inhumana.

Y siempre con vos conjugué en futuro, porque me brindaste la confianza para plasmar mis convicciones y mis sueños con tu presencia, soñando que vos siempre ibas a estar ahí.

Me enamoré, con cada una de las partes buenas y malas que te conforman.




Ahora, no sos esa persona de la que poco a poco me enamoré, cambiaste conmigo y lo entiendo. Todo lo que alguna vez me diste ahora no está, y creo que si te viera de frente te sentiría ausente a pesar de todo, porque tu vos, esa chica que ahora existe para conmigo, no es la que existió hace un tiempo.   No sos la persona que amé.





Admito.   Que así también te amo, que así también te quiero, que así también estoy enamorado de vos y tengo guardadas en una valija de viaje unas ganas inmensas de quererte, para tomarla un día e ir a buscarte.
Admito, que te amo, que muero por saber que haces en tu día, cuantas veces sonreís y que pensas antes de irte a dormir.
Admito, que te extraño, y que el vacío que dejaste es tan enorme que no cabe comparación con absolutamente nada.

Los recuerdos, el afecto, los sentimientos y las emociones que dejaste en mí son inolvidables. Agradezco a la vida que me haya dado la oportunidad de haberte conocido.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Lunes por la mañana, me levantaba sobre la hora, medio asustado, desesperado, mirando el reloj ya de movida me daba cuenta que iba a llegar tarde. Mientras me cambiaba abría la heladera, tomaba leche y comía algo, todo al son de la rapidez, porque es todo un arte estar cambiado, desayunado, peinado y con los dientes limpios en 3 minutos, y llegar a la escuela en menos de 2.
El resto del día era normal.  Escuela, almuerzo, gimnasio, merienda, revisar las carpetas y entrenar.
Llegar a mi casa, bañarme, comer, relajarme, hacer cosas sin importancia en la computadora y después, dormir.

El martes, la misma rutina, tal vez había un cambio de horarios, ínfimo, pero las actividades se resumían a lo mismo, a veces más tarde, a veces más temprano.

Miércoles, tal vez igual, tal vez no, pero los cambios no eran significativos.

Jueves. Los jueves no se por qué razón pero por un largo tiempo fue el único día que llegaba temprano al colegio. Tal vez era esa impaciencia a que llegue el viernes, y que tan solo faltaba un día, que generaba en mí una inquietud que hacía que desee levantarme más temprano. El resto del día, rutinario pero llevadero, para nada tedioso, como el resto de la semana.

Viernes.
Los viernes amanecía con un tinte de felicidad distinto al resto de la semana.
Era una felicidad constante, impaciente, que anhelaba que avance el día para que, llegado el momento, comience a prepararme para éso que había esperado tanto.
Aunque, en verdad, toda la semana que había transcurrido era una preparación, un rito que se anteponía a los 3 días - viernes, sábado y domingo - en los que más feliz era.
Luego de volver de educación física y bañarme, o directamente, cuando los nervios y las ansias de verte eran demasiado fuertes, no iba.
Me preparaba de casa y a paso acelerado iba para allá, para la terminal, esa terminal que fue testigo de mis nervios e impaciencia al ver que ese gigante del asfalto retrasaba su llegada a Castelli y, por ende, mi visita. Esa visita que tanto me gustaba hacerte, que tanto disfrutaba, que tan feliz me hacía.


El fin de semana era siempre lo mismo, era una rutina para nada rutinaria, porque no era repetitiva, mucho menos aburrida. Pasar el fin de semana con vos era, por lejos, la parte de la semana que más me conmovía, que más esperaba, como la parte de adentro del bon o bon que dejamos para lo último.
Pasar ese tiempo con vos era lo mejor.



Era una dosis completa de caricias, de besos, risas y entera diversión. Admito que había enojos, peleas, caprichos y hasta llanto, que había errores, palabras hirientes, y todo eso que nos hace un poquito mal.  Pero lo compensaba, y superaba claro, verte reír sin parar y sin reserva alguna, verte gritar, verte dormir mientras yo disfrutaba mirarte, tocarte, mimarte, amarte.
Cualquier cosa se sentía menos comparada con tu presencia, con disfrutar un helado de crema oreo al lado tuyo, una simple caminata, acompañarte a donde me lleves.  Eras consciente que podría haberte acompañado a cambiar una remera a un negocio en la otra punta del pueblo, o ir corriendo a comprarte un chupetín y un chocolate a Mar del plata, porque con vos, te lo aseguro, cualquier cosa lo valía.

No importaba lo que que dejaba de lado, no importaba todo el resto de las cosas que me perdía, todo valía apartar cuando se trataba de pasar tiempo al lado tuyo, porque la felicidad, la serenidad, y el completo amor que me brindabas era la prueba fehaciente de que ahí estaba mi lugar en el mundo, clavado al lado tuyo, sonriendo, feliz por poder gozar de tus abrazos, de tus caricias, de tus simples palabras.
Cualquier cosa valía tenerte cerca, porque ahí, encontré la vida, encontré esa parte del mundo que no conocía.

Encontré la ansiedad de querer verte a toda costa, en todo momento y de cualquier modo.
Encontré el esfuerzo que implica cuidar a alguien, con todas tus fuerzas, con todo tu amor.
Encontré el miedo, encontré los celos, ese temor constante a perderte y que, de algún modo u otro no estés más.

Pero sobre todas las cosas, encontré a alguien que me desnudó el alma, que me quiso sin escatimar ni un poquito de amor, y que disfruté, disfruté cada instante.

Puedo decir, realmente, que fuiste la mejor parte de mi vida, porque en vos, encontré la felicidad que nunca antes había sentido.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Tengo que admitir que hoy, la lluvia golpea el techo y yo estoy empapado hasta la médula en la desesperanza, la tristeza y la desolación.
El valor definitivo de nuestras vidas no es decidido por nuestra forma de ganar, sino por nuestra manera de perder. Hoy entendí que mi vida tiene un valor definitivo nulo, al parecer, porque no logro asimilar y mucho menos entender el hecho de perder algo que quiero tanto.

Te amo.
Aunque con vos sentí emoción en estado puro, y el tacto de aquello fue demasiado vivo y poseyó un peso demasiado real para ser reducido a un concepto. Creo que el te amo quedaba chico, por eso nunca me alcanzó con solo decirte eso, y tuve que esforzarme día a día, a pesar de mis errores, en demostrarte cuánto te quería.

Lo demostré en mi forma, tal vez ridícula y obsesiva, de querer conocerte a fondo.
Y te conocí tanto, y a la vez tan poco, porque sos un mundo de cosas inesperadas, pero puse mi esfuerzo para hacer todo lo que pude.
Observe con precaución la cantidad innecesaria de servilletas que usabas cada vez que comíamos en algún lugar, la forma particular de mover tu pierna antes de dormirte, y la forma particular y diferente de hacerlo al despertarte, que canales de televisión frecuentabas, tu forma tan única de caminar y la sonrisa que me alegraba el mundo cada vez que te veía venir, tus colores preferidos al vestirte, lo áspero pero a la vez lo suave que me sentían las palmas de tus manos, la ubicación exacta de tus lunares en tu cuerpo, las comidas que te gustaban y aquellas que no tanto.
Te observé con la atención que mira un hipnotizado a su hipnotizador cada vez que me hablabas, o cada vez que me pedías, a través de un silencio, que te mire, que aprenda sobre vos, que sepa descifrar cuando abrazarte y cuando no hacerlo, cuando insistir, cuando no. También averigüe el punto justo de tu paciencia, de tu comprensión y de tu enojo.
Investigué también, cuánta fuerza tenías, cuán fuerte pellizcabas, que besos te gustaban, que palabras te gustaban escuchar y cuáles no.  Me di cuenta que te encantan los mimos, pero hay una época del mes que te pones mas mimosa de lo normal, y me enternece, porque te aprovechaba al máximo esos días que parecías un abrojo y no te despegabas de mí. Tengo que admitir que amaba esos días. Aunque también amaba todo el resto del tiempo que estaba con vos.

Pude aprender, con un poco de paciencia, cada uno de tus gustos, que no sos muy partidaria de la sal, que no te gusta la chocolatada con azúcar y MUCHO MENOS, caliente. Que tu letra es pintoresca, y a veces pareces una nena, haciéndole corazones a las i y coronas a las o.
Tal vez no eras la mejor en muchas cosas, y no tenías talento para tantas otras, pero lo compensabas con tu esfuerzo constante y tu perfeccionismo ridículo, que a mi siempre me pareció innecesario.
Aprendí cuando quedarme callado, porque si bien me fascina ser el que más habla en las conversaciones con el resto de la gente, con vos era distinto. Nada impacientaba mi hablar porque escucharte siempre fue un privilegio, algo que disfrutaba tanto que nunca sentí la necesidad de interrumpirte, solo dejaba que hablaras, que te explayes, que me digas cosas que tal vez no me interesaban pero te aseguro, escuchaba cada palabra con total atención.
Aprendí lo creyente que sos, y empecé a creer en las fuerzas del destino cuando ví que vos también creías en eso, y me convencí.
Me dí cuenta, también, tu fuerte carácter al discutir, lo hiriente que podes llegar a ser enojada. Lo fuerte que tiras zapatos, y lo que duele pararlos con la frente.
Lo HERMOSO que es un abrazo tuyo, y que tal vez nunca te diste cuenta, pero tenes distintas formas de abrazos.  Estaban esos que me dabas antes de dormir, aquellos para pedirme perdón, o esos celosos, que frente a alguien que se me acercaba me apretabas y me traías hacia vos, como diciendo "es mío este, mío solo" y cuánta razón tenías, porque yo me sentía solo pegado a vos, que te había regalado todo de mí.
Aunque, mis favoritos personales, eran esos que me dabas cuando bajaba del micro, o en la puerta de tu casa,  esos que me apretabas un poquito mas de lo normal, y eran acompañados por una sonrisa tan reluciente y una felicidad  inocente, tierna, pasional.


Esos, siempre fueron mis favoritos, los abrazos con sabor a encuentro.


Mi mayor deseo hoy, es volver a sentir ese sabor, y poder gozar el lujo de poder abrazarte.

martes, 1 de septiembre de 2015

Con vos escuchaba colores, veía sonidos, sentía las caricias con gusto a felicidad.
Tragaba y no era saliva, era angustia, a veces. Pero todo se solucionaba con una cara arrepentida que me conmovía, y me compraba el mundo.
¿Orgullo? con vos lo perdí todo, si me quedaba un gramo de orgullo, desapareció, lo fui perdiendo de a poco cada vez que el amor fue más fuerte que el enojo y salí corriendo a buscarte, cargando en la espalda la enorme bolsa que acumulaba el terror de perderte.

Nunca sentí desconfianza, realmente, te hubiese entregado mi más preciado tesoro y hubiese estado muy calmo sabiendo que lo ibas a cuidar. No pensaba que eras capaz de traicionarme, ni de mentirme, ni nada de eso, pero todo mi insoportable repertorio de preguntas y preocupaciones siempre surgió del constante miedo de que vos, de algún modo u otro, no estés más.

Admito que siempre me asustó mucho eso, al punto de desesperarme, por eso siempre trataba de darte lo mejor de mí, centrarme en los detalles y llenarte de sorpresas. Todo lo valía.
Cualquier cosa valía el incomparable placer que me daba ver tu sonrisa dibujada en el rostro.

Esa sonrisa, que placer tan grande que muchas y otras tantas veces haya surgido a causa de mis acciones.
Te aseguro, que la felicidad más grande que sentí fue esa, la de sonreír acompañado a vos.
Si supieras, que haría cualquier cosa con tal de que me regales otra vez, ese par de azahares blancos que me enamoraron.
Te amo.
          ayer, hoy, y siempre.

lunes, 31 de agosto de 2015

Si hace más de un mes hubiese sabido que pasaría tanto tiempo sin verte,  te hubiese abrazado y hubiese rezado a aquél en el que no creo, ser el guardián de tu alma.  
Como un ángel de la guardia, y mirarte siempre, con ternura, deseando con ganas que vos también quieras abrazarme, y acurrucar tu belleza en mi pecho.


Solo quiero un abrazo, solo tuyo, y si pudieras darme el mejor te lo pediría, porque en verdad lo necesito, el más íntimo, el más profundo, el más cálido, que tal vez parezca poco pero lo necesito tanto.  
Parece un simple gesto en un mundo inmerso en vanidades e hipocresía, pero por más que me ofrecieran el mundo entero, cambiaría cualquier cosa con tal de poseer ese huracán de emociones al sentirme abandonado en medio de tus brazos. 

Solo quiero tu abrazo, el calor de tus mejillas, y el olor dulce de tu aliento. 
Solo quiero tu abrazo, para sentirme parte de algo, para sentirme parte de vos.

sábado, 29 de agosto de 2015

Admito que son difíciles las mañanas en las que por alguna extraña razón me despierto más temprano, o las noches donde tu insoportable presencia en mi cabeza causa que me duerma mucho más tarde.   Y esas tardes donde acostumbrábamos a estar juntos, quedaron vacías, tan vacías como un recipiente sin contenido, imposible de llenar con nada más que con tu amor, con tus manos, con tu sola presencia.
Es triste no sentir las emociones que sentía con tus besos, porque quedaron ahí, olvidadas en aquellos días donde nuestra solo preocupación era una caricia ajena, ajena en cuerpo pero no en sentimiento, porque también admito que tus abrazos me eran tan familiares, tan cálidos y grandilocuentes en emociones.

Haría lo que fuese para que de algún modo u otro me vuelvas a tener en cuenta, me confíes secretos y me relates anécdotas, me regales cariños y me brindes sonrisas.
Haría lo que fuese para que, de algún modo u otro, igual o diferente, vuelvas a estar al lado mío.

viernes, 28 de agosto de 2015

Hacía tiempo que me sentía solo, solo en verdad.
Lo pernicioso de la soledad es que, se puede disfrutar si se elije pero cuánto se sufre si no se opta por ella pero, por alguna causa u otra, se nos presenta, como una sombra enemiga que nos va a seguir a donde vayamos.

Y tu presencia fue el remedio a esa enfermedad tan cruel, tu tiempo que me lo dedicabas todo para mí fue algo no solo por lo que opté, sino que verdaderamente lo necesité.
Tu presencia fue la razón por la cuál esas sonrisas aparecían de repente en la mañana y también en la noche.


Ahora que no estás, siento esas irresistibles ganas de un abrazo tuyo, y que por un rato yo sea tuyo un poco, y vos mía un tanto.
Ahora que no estás, me siento solo, más solo que nunca.

jueves, 27 de agosto de 2015

Extraña y afortunada casualidad haberte conocido, a veces esas cosas que no esperamos y de igual modo aparecen en nuestra vida, son las que más nos sorprenden.
Tengo que admitir que siempre fuiste una sorpresa, y cada día quedaba asombrado de tu simpleza, de tu forma tan básica pero a la vez linda de poder sacarme una sonrisa, de poder hacerme sentir que a pesar de todo, todo iba a estar bien.

Espero que sepas que todo ésto tiempo fuiste la razón de mi felicidad, y que tal vez, por tu decisión, ésto no tenga un final feliz, pero estuve repleto de alegría cada uno de los momentos que estuve en tu compañía. 

¡Que recuerdos! ¡Que historia!

Y que placer que por un largo tiempo yo te tuve a vos, y vos me tuviste a mí.
Aunque sabes bien, que yo voy a estar ahí, a veces de lejos, a veces de más cerca, pero siempre, te aseguro, que mis abrazos, mi corazón, y mi forma tan simple de querer, va a ser siempre tuya.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Entiendo que no quieras.
También entiendo que no puedas.
Pero no entiendo por que no lo intentas.

Porque estaría ahí, para sostenerte el pelo cuando vomitas emociones,
y para abrazarte cada vez que lo necesites, palabras de aliento, miradas de entendimiento, caricias de comprensión y consejos, con sabor a amor.
Estaría ahí, siempre, cada vez que me necesites y cuando no lo hagas también, y te haría desear que me vaya con mi insoportable presencia pero causarte que me extrañes cuando por ratos me ausente.
Y luego vuelva, y te abrace y te quiera, y te cuide.
También, estaría ahí cada vez que yo lo necesite, y usaría tu resguardo para encontrar la calma.

Estaría ahí a pesar de que no estando también me sentiría bien, pero elija tu compañía y ansiaría que vos también la mía.

Estaría ahí, cada vez que tu locura se vuelva insoportable y mi paciencia llegue a su límite.

Cuando te equivoques, estaría ahí, tal vez triste por los daños pero siempre, con ganas de reconstruir.

Cada vez que me abraces, y cada vez que me beses, estaría ahí, en cuerpo, en alma.

Te aseguro, cada vez que quieras, estaría ahí.

domingo, 23 de agosto de 2015

Va a pasar el tiempo, y la plaza moreno, los 13 de todos los meses, la crema oreo, el laberinto de la fiesta de la guitarra, Antares, la parrilla donde comimos cerca de la terminal, 57, 7, las calles de Dolores que recorrí con vos, cada lugar donde nos sentamos, cada lugar donde nos besamos, cada lugar donde te dije que te quería, el 25 de Julio, los pasajes a Dolores, la cicatriz que me quedó en el brazo derecho por tus uñas, los andenes del 18 al 20 en la terminal, la esquina en frente de Frawen's, los canarios amarillos, los almuerzos familiares, las chalinas, la forma particular de hacer canelones, o de mezclar morrón, queso, manteca y cebolla, y que quede exquisito, los espejos en los roperos, los pandeiros, jesús el camino, y una innumerable cantidad de lugares, sensaciones, momentos, cosas, olores y colores,

Me van a hacer acordar, cuando sentí la mayor felicidad de mi vida.
Te amo, Constanza.

Acá y allá.

Acá, donde los besos se vuelven sueños,
donde tus brazos y los míos parecen extensiones de un solo cuerpo,
donde tus ojos traen calma y tu presencia,
¡ay! tu presencia ...

Acá, donde rige la afición,
y tu pelo pide a gritos recibir caricias,
y tu boca, ser besada,
y tu cuerpo,
                      ser amado.

Acá,
donde tus ojos color cobrizo,
son el espejo de tu alma,
esa que abracé con mi propio querer.


Acá, por favor,
y no allá,
donde el gusto de extrañarte,
tiene un sabor amargo.

viernes, 21 de agosto de 2015

Dicen que siempre volvemos al primer lugar donde fuimos verdaderamente felices. Que siempre buscamos esos abrazos, como ave que busca a su madre después de nacer.
Dicen también, que nunca olvidamos. A veces intentamos, sí, pero en vano, por que los recuerdos que sacaron nuestras sonrisas más auténticas siempre están ahí, como esperando resurgir.
Afirman, algunos, que el destino es perverso, y nos hace malas jugadas para dificultarnos objetivos, pero a veces también es benévolo, y encamina su curso a ese lugar que tan bien nos hace sentir.

Otros, creen que nada se resuelve, que los problemas ajenos y propios son como un ciclo sin fin que siempre vuelven a uno.
Yo, particularmente, creo que todo tiene solución, que el cambio depende de uno y que, vale dejar de lado el orgullo, la tristeza, la vergüenza y los miedos. Vale dejar de lado absolutamente todo cuando algo verdaderamente importa.

También dicen, que para decir y sentir el auténtico amar, hay que ver la ira, los malos hábitos, las contradicciones y los malhumores, así como la primera imagen despeinada de la mañana, o los días donde se siente en tormenta.
Cualquiera puede amar una puesta de sol, también un amanecer, los días soleados y la alegría.
Se tiene que querer en serio para seguir queriendo, aún en la tristeza y en la decadencia.

Te juro, que te quise ayer, te quiero hoy y te quiero siempre. Te quiero bien, te quiero mal, también te quiero ciclotímica, y no estes muy segura si estas bien o mal.  Te quiero, todo el tiempo.
Y también te quiero, acá, conmigo.

jueves, 20 de agosto de 2015

Extraño el arte de enredar nuestras manos, y no veo la hora de poder tenerte de frente.
Revivir atardeceres, soñar mañanas, noches estrelladas y tardes de lluvia.   Todas, con vos.

Ojos tiernos, piel suave, perfume fuerte pero tan familiar.  Un abrazo tuyo me siente a hogar.

Extrañarte, ese sentimiento tan detestable que se me hizo costumbre.

Mi alma te grita, nostálgica, deseando que el destino reencuentre la pintura que forman nuestros cuerpos.

Vacío.

Eso se siente, cada vez que reina tu ausencia.

Y me siento tan lleno,
    de cuerpo,
      de alma,
        de mente,
      tan lleno de vos, cuando te tengo acá.
Conmigo.

Y creo, ahora y siempre, que mi lugar es ahí, con vos.
Y que tu lugar es acá, conmigo.


No veo la hora,
de que nuevamente nos podamos sentir hogar.  Los dos juntos, abrazados, cerrando los ojos.
Volviendo al lugar, donde fuimos felices.

lunes, 17 de agosto de 2015

Entre tarde y tarde, dialogo con el tiempo, ese fiel amigo que me observa extrañarte, ese compañero que sabe bien cuánto te lloro, como te quiero, y cuánto quisiera, por fin, tenerte de nuevo.
Por ahora me tengo que conformar con escribirte, aunque tal vez finalmente ésta sea la única forma que tenga de poder tocarte.


Confieso, que mi sueño recurrente es hacerte real. Real como esa vez, como la anterior. También como la última vez que te abracé tanto con mi tórrido querer, que tal vez te ahogué.


Todos los días.
Todos las noches.
Todas las horas.
A todo momento, cuando cierro los ojos, te apreto entre mis párpados para que no te me vayas.

Te extraño, no sabes cuánto.

viernes, 14 de agosto de 2015

Con los ojos fijos, concentrado totalmente en un libro de esos que te atrapan con cada letra, leo sin interrupciones ante una actitud indiferente y enojada de mi papá que va a durar todo el viaje.
Viernes color nostalgia.  Son las 15 y 27. Es una tarde de invierno de esas donde la llovizna ininterrumpida pero tenue rocía a una ciudad de las diagonales que, a pesar del agua, nada frena su curso caótico, desordenado y ruidoso.

Me distraigo por un momento, lo suficiente como para levantar la vista y ver que estoy situado entre 56 y 7, justo al frente del Bar Venue, y esa distracción alcanza para que cierre completamente el libro al que tanta atención le estaba dando y mire, casi hipnotizado, esas veredas, esos locales, toda esa gente, los autos y las calles, carteles.  
                  Dejavú. 
En el auto hay un silencio permanente, aunque para mí, es uno de esos silencios lleno de sonidos, de aquellos donde la cabeza grita emociones.  Cada detalle de ese tan recordado ambiente me encandila como si fuese un insecto que no se concentra en nada más que esa luz que persigue.  Cada objeto, lo recuerdo con la nostalgia que se recuerda esas cosas que siguen vivas, adentro nuestro.
Hoy aprendí, que hay situaciones que no se recuerdan, sino que se reviven, y despiertan en uno los sentimientos que vivimos en ese mismo instante.

Sonreí, a la vez que se me cayó una lágrima, sonreí con esa sonrisa que se presenta cuando uno está triste, encarnando un fantasma que lo persigue. El fantasma de tu abrazo, quizás, o de aquellas tardes que recorrimos esas calles, que vi esas paredes con sus edificios altos estilo europeo, y su gente, y su caos continuo. Aunque debo admitir que nunca me había centrado en ese entorno antes, mi foco de atención se perdía en tu boca cada vez que hablabas, y todas esas veces que me mirabas.

Por un rato miré con la añoranza que se mira a través de una ventanilla, casi de película, y por mi mente pasaban las imágenes que antes había vivido.
Cine San Martín, la palmera donde nos sentamos alguna vez, un banquito donde discutimos, también esa pared donde te dije cuándo te quería a la vez que cerré los ojos para abrazarte.

Volví al libro, con calma traté de dejar de pensar en vos, con la esperanza de que después de días y noches enteras haciéndolo, esta vez por fin funcione. Leí, y después de dos páginas me dí cuenta que no tenía idea que había leído en el renglón anterior y tuve que dejar de hacerlo por un rato, y tratar de dormir, el dolor de cabeza me estaba matando.


Largo viaje, mucho tránsito, tedioso y aburrido, sumándole un día gris, de esos que parecen acompañar el estado de ánimo de los tristes.

Aunque, últimamente, lo tedioso no es el viaje, ni el clima, tampoco los días ni las horas.
Es quererte, como si recién inventaran el verbo. Tierno, ilusionado y apasionadamente. Pero también triste, abrazando en mi mente, un cuerpo que brilla en su ausencia.

jueves, 13 de agosto de 2015

Algunos dicen que no somos más que las batallas que peleamos, y que la clave, está en no solo elegir en qué batallas formar parte, sino también saber si te haría tan feliz como pensas ganarlas.

Dudo, de mi mismo y del resto, trastabillo, pienso innumerables veces las cosas antes de por fin, hacerlas, pero la certeza más segura que tengo es que ganar ésto, de algún modo u otro, sería triunfar enteramente.  Y ahí es cuando otra vez se me planta la duda, porque no tengo idea que voy a ganar con vos, ni cuánto ni como, pero solo me conformo con saber que voy a estar ahí, y voy a tener tu mano tendiendo de la mía.
Eso, para mí ya es ganar.


Perder, en cambio, es ésto.
Es tu ausencia.
Es tan solo, después de tu ida, haberme convertido en un triste número impar.

miércoles, 12 de agosto de 2015

No podrá ser hoy, no podrá ser mañana, quizás no podrá ser nunca, pero el que no sea, no va a impedir que te quiera.
Y sí, me doy cuenta que no solo te elegí, sino también te necesité, y hablo en pasado como una vil hipocresía porque aún entiendo que te sigo necesitando, y su ausencia es tan cruda y tan real que lastima, y cuánto lo hace.
Sos de ese tipo de personas, bah, sos ESA persona, la cuál con palabras hace que mi mundo se detenga y que, con sonrisas, haces que mi universo se columpie.   Ni hablar, de todo eso que generas con un suspiro, o con lo profundo que se vuelven tus ojos en todas esas miradas.

Aunque ...
y siempre hay un aunque.  Todavía tengo ahí, en el recuerdo, tu odio, tus palabras.

Pero también hay un pero para mí, porque creo que mi amor sigue existiendo, a pesar de  tantos actos fallidos.
¡Y qué amor, y cuántos actos fallidos!

 Pero ahí esta, ahí lo tengo, guardado en el baúl de las cosas que me faltan práctica, que no se hacer, en ese baúl de las cosas improvisadas. 

La vida siempre nos da la posibilidad de elegir donde quedarnos.

Dame la mano, por favor, que yo, quiero quedarme con vos.

lunes, 10 de agosto de 2015

Y lidio día a día con un pesar, el de saber que no queres verme, y que si en la esquina yo estaría, darías la vuelta con tal de no ver mi cara.
Pero que puedo hacer, más que abstenerme a escribirte, a leerte, y repasar como todos los días cada recuerdo que tenemos juntos.

Como cualquier flor, una rosa puede ser exactamente igual a cien mil rosas mas. La diferencia entre esa flor del resto, es que me enseñó a apreciar cada espina aunque lastimen, de poder entender cuán frágil son sus pétalos y cuán duro a veces, es su tallo.  La diferencia, entre vos y el resto, es que aprendí todo eso que la risa es capaz de darme, y el querer, capaz de regalarme.

Nunca tuve tanta incertidumbre de saber que es lo que te pasa por la cabeza, y eso me mata, me pone nervioso, me desespera continuamente.
Tu frialdad casi cruel y tu indiferencia tan hiriente las entiendo, te aseguro que lo hago, pero ¡ay! como duelen, y el dolor es insoportable si le sumo el pesar de tu ausencia.


Ahora, con tu permiso, me voy a dar una vuelta, y seguro termine en ese puente. Al parecer, no me parece suficiente pensarte todo el día, que te dedico un tiempo entero para quererte y extrañarte, mirando el cielo, solo, deseando que estés ahí.

domingo, 9 de agosto de 2015

No tuvo que pasar demasiado tiempo para que llegaras y te apropies de mi corazón,
y de todas mis noches de desvelo.
Aunque ahora me duele, donde antes me curabas, y lo único eterno ahora, es olvidarte.
Después de todo, no se te hace tan difícil estar sin mí.
Después de todo, para mí no es tan fácil estar sin vos.


Aunque cada noche me pregunto a mí mismo, si cada vez que cerras los ojos pensas en mí.

Y tenes que saber, que si vos me olvidas, poco a poco,
yo poco a poco también voy a olvidarte,
y como un árbol, levantar mis raíces y mudarme a otra tierra.


Pero en cambio,
si decidís quedarte, con todos esos miedos e inseguridades,
yo voy a estar, viviendo en ese  - te amo - que alguna vez me dijiste,
y cuidando todo eso que no quiero perder.

sábado, 8 de agosto de 2015

Temporal.

Cielo triste casi, llorando en una noche inmensa, más inmensa con tu ausencia. 
Y duele la nostalgia de no tenerte, y saber que siempre es lo mismo

Si camino el suelo que siempre piso,
también,
si acaricio el perro, o corro, o grito,
si miro al cielo y siento la lluvia,
o me pongo un rato a pensar,
todo me lleva a vos.

Como si la rutina
tan grisácea y triste,
fuesen aviones de papel que me llevan a las nubes tuyas que me esperan.

Aunque vos y yo sabemos,
que esas nubes ya no están,
y solo es tormenta lo que queda

Tal vez, tu cielo despejó con alguien más,
y pienso triste,
que la puesta del sol nos llegó.


Y si solo es temporal lo que resta,
y si solo el granizo nos golpea y maltrata,
si solo la lluvia cae sobre nosotros,

Quiero, ansío volver a ser tu paraguas.
Te fuiste, y no alcancé a terminar de amarte, y darte todo eso que juré darte.
Y mi querer es uno de esos que se basa en palabras bonitas y promesas a la distancia.
         Cómo duele querer así.
Como duele tenerte lejos y saber que no me pensas,
 y me hiere la idea de saber que probablemente reinventes besos en otra boca,
y abraces,
 con sentimiento,
       a alguien mas.


Quisiera abrazarte,
 apretarte tan fuerte hasta que se te salgan los ojos.
Y no, no estoy tratando de ser tierno,
            sino realista.

Y pedirte perdón casi gritando,  y llorarte descomunalmente en frente tuyo,
y volverte a abrazar,
y sentir que tal vez te tengo de nuevo de paraguas,
              en éstos días
                        donde solo la lluvia es mi amiga.

jueves, 6 de agosto de 2015

Abrí mi alma y dejé que descubras mis miedos, mis sueños, mis defectos y mi espíritu. Ahí fue cuando me sentí realmente vulnerable, completamente desnudo.
Y ésta noche solo pido que me dejes un lugar en tu cama porque, probablemente, alguno de mis pensamientos va a pasar a saludarte, como dándote uno de esos besos de buenas noches.
La realidad es que estoy enamorado, de vos, de alguien que está lejos, pero quizás no tanto como para que le lleguen mis palabras, y si escribo es con la ilusión de que tal vez alguna de éstas letras abrace su alma, ya que mis manos no pueden hacerlo.

De todas las muestras de sinceridad que no te dí, acudo a esa que me parece más sincera, la pasión.
Esa con la que te quise y la que te sigo queriendo.


Extrañar, y esos tantos pasatiempos que aprendí a tener ahora que no te tengo.
Por que ambos sabemos, que mi único y real oficio, es amarte.


miércoles, 5 de agosto de 2015

Tu presencia fue digna de catalogarse como "muy linda".
Creo que no le cabe cualquier otro adjetivo, de esos que usamos cotidianamente para describir algo que nos gusta, tales como "tremendo", "espectacular", "sublime", "terrible".
No, tu presencia fue muy linda, en el sentido más amplio de la palabra, de su encanto, de su belleza. Abarcando sentimientos y profundas emociones.    Es la presencia más linda del mundo.

Y todavía siento el ardor de cuando estuviste acá, quemando por dentro y viviendo conmigo, y dicen por ahí que solo el árbol alcanzado por el rayo, es capaz de guardar el poder del fuego en su madera.


Y acá estoy, con las quemaduras de tercer grado que dejaste al alejarte.

Y ojalá vuelvas, ojalá gires la cabeza y corras nuevamente abrazarme.
Ojalá vuelvas a mí, como el asesino que vuelve a la escena del crimen.
De todos los placeres de la vida, me quedo con el de abrazarte.

De todos los abrazos, me quedo con los tuyos.

De todas las lágrimas, prefiero aquellas que fueron en tu causa.

De todas las miradas, dejo de lado los ojos ajenos y elijo siempre esos que preferí siempre.

De todas las lluvias, elijo aquellas que pensé en vos, y más aún todas esas que pasamos juntos.

De todos los domingos, no elijo ninguno, nunca me gustaron los domingos. Aunque no puedo negar que los domingos fueron un poquito más lindos cuando te tuve cerca.

De todas las sonrisas, algunas con sentido y otras inescrutables, que surgían con la sola acción de mirarte, elijo esas que me diste, y todas aquellas que yo te regalé.

De todas las caricias, opto por esas que me tocaron el alma.



Y de todos los recuerdos, claro, me quedo con los mejores.
Todos esos, donde estás vos.  Y vas a estar, por mucho tiempo.    [siempre]
Beatles. Lluvia. Té. Chocolate. 
Dolor de cabeza, migraña me dijo la oculista días atrás, y una tos incontenible que agrava el problema anterior.  Me miro al espejo y veo alguien para nada risueño, más bien, taciturno, mostrándose rendido.
La luz del monitor alumbra un cuarto que sólo es alumbrado, cada tanto, por alguna luz de los relámpagos, ínfima en tiempo, instantánea, que refleja cada rincón y luego vuelve todo a una oscuridad total.

Nada llena éste cuarto vacío de sonrisas.
Lo único que vuela en al aire, son esos pensamientos recurrentes sobre querer correr bajo la lluvia a ir a buscarte.

Le doy un sorbo al té.
Me acuesto.


El sabor del té es ... familiar. Pero raro.
La cama ... la siento distinta.



En la cama faltas vos, y el té, sabe a nostalgia.

martes, 4 de agosto de 2015

Y mis actitudes separaron más que la propia distancia, y hoy soy víctima de palabras duras y la constancia de la indiferencia. Tal vez también, del desamor, ¿y por qué no? del odio.

Y duele saber que querías algo que ahora ya no quieras, y que yo sigo acá, con ganas de brindarte todo, a pesar de haberte pagado con nada.

Si supieras, si pudieras leer mi mente por un segundo y sentirías lo que yo te quiero, lo que yo te extraño! lo que yo te admiro, lo que deseo cuidarte y tenerte.

Acá voy a estar, acá yo, acá siempre, acá, siempre acá.  Esperando.

lunes, 3 de agosto de 2015

En ese puente.

Paso lento, nauseabundo casi. A veces el suelo acaricia las lágrimas que caen solas por el cuerpo, y acompañan ese caminar triste de alguien que siente ese puñado de sentimientos que nunca quisiera sentir.
Ya rutina, parece, que mis días terminen recorriendo siempre el mismo lugar de un pueblo que de noche se vuelve casi fantasma, y termine ahí, en ese puente.

Sentado, otra vez, viendo como la noche oscura avanza, contando el paso lento de gigantes con ruedas que recorren el camino de cemento para llegar vaya a saber uno a dónde. 

Apoyo mi cuerpo contra esas barandas de hierro que me limitan  de un vacío finito para llegar al suelo, vacío que a veces dudo en abrazar con un salto y chocar de cara al piso, escapando, huyendo del propio sentir.
Horas, enteras, y muchas, que pienso tanto al punto de marearme con mis propios pensamientos, especulaciones, hasta sueños.

Horas frías que pasan, y viento que sopla, llevándose esos suspiros de arrepentimiento y nostalgia por todo eso que pudo ser, pero que no fue.

Una, dos, tres, vaya a saber cuántas horas por día paso sentado en ese amigo nocturno que si hablara me dijera tantas cosas.
Horas, que paso sollozando tristezas y apretando puños, lleno de bronca de mi mismo, de mis propias acciones.

Ratos largos que paso sentado en el único lugar donde me siento verdaderamente en paz, y que triste que sea un puente, y de noche, el lugar donde me sienta libre de llorar, de gritar, de hablar, y que no sea al lado de un cuerpo que me acompañe en pensamiento, que me escuche y que no me juzgue, muy a pesar de todo.
En esos ratos donde estoy sentado, hasta acostado encima de un puente encima de un camino, cierro los ojos con fuerza y si bien, por momentos desearía sumirme en un sueño tan largo que supere los años que pueda vivir, por otros deseo que al abrirlos, todo vuelva a ser como antes.

Como en esos ratos cuando sonreía, y era libre, y era pleno, y estaba vivo.

Justo ahí.

Justo ahí,  donde quema la vergüenza,
donde arde,
aquel orgullo propio,

Justo ahí,
donde nacen las decepciones,
y en plenitud,
se encuentran las desilusiones,

Allí,
donde buscarte duele,
donde extrañarte,
quema,
donde mirarte,
desgarra,


Allá,
donde tus ojos sienten,
y tus lágrimas caen,
también las de aquellos,
también las de ellos,
también las de ustedes,

Acá,
donde llora el cuerpo,
donde el alma grita,
donde el corazón calla,

Acá estoy viviendo,
en ese rincón del mundo,
donde quiero a todos,
menos,
a mi mismo.

domingo, 2 de agosto de 2015

Probablemente, si pudieras, arrancarías todo cariño que te quede sobre mí, y tal vez también cualquier recuerdo.  Desgarrarías, con bronca, toda foto y presente que te haga acordar de mí.
Creo, y hasta estoy casi seguro, que queres olvidarme, dejar de quererme, por fin no extrañarme.

Y eso me lastima tanto, casi tanto como yo te lastimé a vos, y aunque nunca olvidarás esa herida, como me gustaría, con todo el amor y sinceridad que puedo encontrar en lo más profundo de mí, curarte cualquier retazo de tu corazón y abrazarte con el cariño más grande que siente mi alma.

Esperaría paciente, que tu enojo pase y que las aguas calmen, y ahí estaría yo con los brazos abiertos para volver a recibirte, y doblegar toda sonrisa que alguna vez te hice sentir.  Te quiero, te quiero hoy y te quiero siempre.

Te amo, sinceramente, sábados a la noche y miércoles, a las cuatro de la tarde.  Recién levantada como tantas veces que tuve el privilegio de verte o maquillada, como cada vez que pude contemplarte, enamorado, loco, pensando el miedo que me daría perderte. 


Quiero volver a encontrarte, en esa plaza, en aquel banco y en cualquier otro lugar donde hayamos estado juntos, donde me hiciste sonreír con plenitud y me llenaste de esa alegría que no encuentro en ningún lado.
Hoy afirmo, que cada día te extraño más, y que cada día me enamoro más de vos.

Realmente creo que me enamoré  de tus malas actitudes, de tu manera sutil de enojarte por todo, de tu forma insoportable de ponerte celosa, de tus palabras hirientes, también me enamoré de esos maltratos que después vienen de arrepentimientos, y sobre todo de tus enojos después de miles de preguntas mías. 
Me enamoré de todo eso a lo que llaman defectos, porque cualquiera se podría enamorar de tu lado tierno, de tus besos sinceros y tus abrazos tan lindos, de tus miradas profundas y tus suspiros que exhalas de vez en cuando, pero enamoran, ¡Cuánto enamoran!


Te amé ayer, te amo hoy, y Coni, te amo siempre.
Estoy asustado, indeciso, desesperado, deseoso, hambriento, soñador y enamorado. Todo. De vos.
Escribiendo te amo se que cada letra te mira a los ojos y te da un abrazo de esos que siempre me gustó brindarte, aquellos que callan las palabras y calman las tristezas, y me gusta tener en claro que verte, en cualquier circunstancia o momento, me hace bien.

Aunque ahora mi esperanza se asemeja a una brújula, y las brújulas de poco sirven si no se tiene un mapa. Pretendo llegar a vos al final del camino pero vaya a saber como, sin saber que recorrer y que obstáculos sortear.

Diariamente mi cabeza se convirtió en un martirio de recuerdos que no para de recordarme lo feliz que fui con vos, y proyectarme imágenes pasadas como si fuese una película, una de esas que las quisiéramos ver una, y otra, y otra vez.
Alguna vez dije que me habías cambiado el concepto de amar, para bien, y para siempre, pero que alejado estaba mi querer del tuyo que vos dándome todo yo termine dándote nada.  Como me gustaría volver a tenerte para aprender a quererte, y paso a paso poder cuidarte, equivocarme tal vez, nuevamente, pero siempre intentando hacerte el mayor bien posible.

La tristeza de tenerte no mata. Pesa, duele, me paraliza, da miedo e impotencia. Pero no mata.
Lamentablemente.
Y día a día tengo que sufrir la pena de que ahora sí te siento ausente, y hablo de esa ausencia que no duele, sino que arde, quema, se calma y vuelve a quemar, sofoca y te obliga a llorar.
Y sin buscarte o también haciéndolo, te encuentro en absolutamente cualquier parte, principalmente cuando llega la noche y cierro los ojos.

Un abrazo, un beso y tus ojos mirando los míos, el mejor combustible para las alas.


Cuando quieras, yo voy a estar acá, paciente, amando y extrañando cada parte tuya, esperando, que te atrevas a volar conmigo.

sábado, 1 de agosto de 2015

Y de todos los pedazos de tu corazón roto, creo que estoy sintiendo como me punza el más afilado.
Pero a pesar de aún haberte decepcionado, y haber tirado por la borda lo que habíamos construído, sigo con esas constantes ganas de amarte, de cuidarte entre la noche y el alma, el día y la sonrisa, tu pelo y mis caricias.

Creo que tu perdón vale más que cualquier cosa, presente en este mundo, pero lo que en verdad tiene un valor inigualable es mis inmensurables ganas de que vuelvas a sentir en mí el abrigo en éste invierno tan frío, y sientas que mi abrazo puede calmar cualquier dolor.

Te amo, negrita.
Me despertó la horrible idea de que tal vez volviste a tu casa acompañada, o que te divertiste toda la noche y no pensaste ni un momento en mí.
Francamente, me merezco ambas.  Merecería también una cachetada y ponerte la otra mejilla para recibir una nuevamente.

Merezco todo malo, merezco sufrir.

Pero cuánto desearía que me perdones, que lo hagas sería tu sello intachable de que nunca más te fallaría, pero que puedo hacer ahora, si hasta estoy convencido que no hay vuelta atrás.

Y ahora por fin entiendo eso de "ámame cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite" y cuánto necesito en verdad que me digas que me perdones, con dolor y todo que entiendas que me equivoqué y que, aunque te hice muy mal, el cariño que te tengo es inmenso, y que no me perdono ni a mi mismo todo lo que hice.


Creo, que va a ser un tiempo largo de caminatas, llantos, paseos en el puente, insomnios eternos y sobre todo, nostalgia de extrañarte.

Te amo, no sabes cuánto.

miércoles, 29 de julio de 2015

Personalmente creo que a cualquiera de nosotros nos gustaría saber el significado de nuestros sueños, aún más si son sueños recurrentes, lúcidos, o esos que nos despertamos con ganas de seguir soñando, tal vez porque queremos descubrir a fondo que es lo que "vivimos" mientras dormíamos, o porque fue una de esas cosas que deseamos que pasen en la realidad.
Con la noche de anoche, fueron 8 días seguidos que me despierto con el mismo goce e incertidumbre, absolutamente todas las mañanas. Cada vez que amanezco, me siento exaltado porque hace ocho noches que mi mente recrea en un sueño una situación exactamente idéntica a la noche anterior.

Tampoco es que sea un sueño largo, y que sienta que en esa realidad pasan horas.
No, ciertamente, sé que lo que pasa en el sueño es tan solo un instante, pero me atrevo a decir que es un instante tan hermoso y perfecto como ningún otro.

 Todo empieza cuando yo estoy ahí, durmiendo en la cama de dos plazas, boca abajo y mirando hacia la derecha, como cada vez que duermo.  
El sueño sigue en una situación donde te paras vos, al lado de la puerta y me miraste con un sentimiento de amor desmesurado, como si lo único que quisieras hacer lo que resta de la noche fuese mirarme.
De a poco, parece que te concentraras en mí como si lo único que sintieras fuese todo lo contrario a esa fría indiferencia que me atormenta diariamente.
Te acercas a la cama y yo sigo tendido en una comodidad casi inconsciente, lentamente te tendes al lado mio, y tus ojos marrones no apartaron su atención de mi cuerpo, seguís rompiendo esa barrera de distancia que nos separa y me abrazas,  y yo, sin percatarme, lo haces con la más extrema suavidad y ternura posible, lo haces como si fuese el primero, o tal vez el último abrazo,  y mientras cerras los ojos te me acercas al oído.  Noto que tus labios están titubeando, y cuando por fin se deciden a decirme algo ...

Me despierto.  

Ocho días, hace ocho mañanas me despierto con ganas de seguir soñando para saber que pasa, deseando que la noche siguiente el sueño se extienda un poco más y saber por fin que es lo que me decís, ir más allá, un poco más allá.

También me gustaría, en cierto modo, que el sueño no siga, y que lo que sueñe pase realmente.
Para ser franco, me gustaría saber que en verdad me vas a decir algo al oído y que sea real, palpable, y que luego de eso yo pueda girar, abrazarte, y decirte al oído cuánto te extraño.

lunes, 27 de julio de 2015

367 días.

Es tan terrible extrañar a alguien, pero peor aún es extrañarse uno mismo en otra época, y sí, yo me extraño cuando era tan feliz sonriendo al lado tuyo.
Siento nostalgia de perfume, de tu pelo, y sobre todo de tu cara entre dormida y tu pelo despeinado cuando te daba los primeros besos en la mañana.  Y se volvió poderoso mi querer(te) cuando llegó el momento en el que la idea de hacerlo, se convirtió en el deseo de seguir haciéndolo, cada mañana y cada noche.


Y nunca fuiste perfecta y tampoco pretendí que lo fueras, pero a veces lo creía, cada vez que reducías el miedo y las dudas a ceniza con una simple caricia, anudando con un abrazo tu cuerpo al mío.
La verdad siempre fuiste de pocas palabras, y cuánto me molestaba, pero lo compensabas con esas tan simples pero no por eso menos bellas miradas, abrazos, caricias y acciones que me llenaron el alma, cada día, de un cariño tan fuerte, tan profundo.

Siempre te voy a querer, con la paciencia que se adquiere después de querer tanto, y con la esperanza que se obtiene cuando se quiere en serio.


 Siempre, Coni, siempre.

domingo, 26 de julio de 2015

Ojalá ambos nos encontremos en medio de éste derrumbe; nosotros, aquellos que fuimos antes de que todo se vuelva escombro.  
Algún día espero eso, aunque algún día, ciertamente, es mucho tiempo.  Pienso que hoy es siempre todavía, y toda la vida es ahora.
Y ahora, sí, ahora, creo que es momento de cumplir todas las promesas que nos hicimos.

Quisiera también arreglar todo, si supiese el modo, pero desatar los nudos sin romper la soga. Y poder cumplir con ese deseo inexorable que me surge cada vez que me despierto, el de encontrarte otra vez y besarte como siempre quise, boca de risa, cuerpo con prisa, ojos bonitos, alma en la piel.



Aunque no estás, y por momentos donde el mundo calla y mi mente habla, mi corazón grita y mi alma llora, desearía que nunca hubieras estado, así no sentiría en este momento que me haces falta, que te necesito y que no te tengo.   Pero como desear no haberte conocido si fue la casualidad más linda que me regaló la vida.

Antes de conocerte era ajeno al lujo que te brinda esa sensación de mirar a alguien y sonreír, sin motivo alguno.

Porque cuando algo sucede, desde ese momento que empieza a suceder, nada puede volver a ser lo mismo.
Que placer poder cerrar los ojos y en vos baja decir:

                 Vos sucediste.
                                                    Aunque cuánto me gustaría, que sigas sucediendo.

martes, 21 de julio de 2015

Me hice tantas ilusiones con vos, que me olvidé de ser realista por una vez en la vida.
Frente tuyo comprendí que en los domingos no estaba tan solo y los lunes no eran tan malos como parecían.
Aprendí también a anhelar al amor. Hice de él la más hermosa conquista y la más potente ambición. Supe que después de las mujeres, había otras mujeres. Después de las risas, había otras risas. Después de los libros, había otros libros. Pero después del amor, entiendo, que después del amor no queda más que la sal de las lágrimas.

Y hoy después de tanto aprender sigo acá, con ganas de cumplirte todo lo que alguna vez prometí darte. No porque te necesite, sí porque te prefiera.
Comprendí que te amaba, y que aunque a veces paseábamos por el mismo infierno y tus palabras me herían el alma con tus ensordecedores gritos de rabia, nuestro hogar era el cielo. Sobre todo, cuando estábamos juntos.



" Si no me encuentras enseguida, no te desanimes, si no estoy en aquel sitio, búscame en otro. Te espero, en algún sitio estoy esperándote " 

lunes, 20 de julio de 2015

Y todo empezó cuando escribí tu nombre en una hoja en blanco, y fui consciente que te quería incluso, en las historias que aún no había escrito.

Ojalá, pudiera, de cualquier modo, sanar cada palabra rota en tu boca, llanto del cuerpo y tristeza de tu alma.  Aunque lamentablemente no logro hacerlo, y soy tan humano que mi única magia es amarte.
Por eso pido y ruego que siempre tengas la mano tendida, y que yo siempre me atreva a buscarla.
        Y claro que sí, también viceversa.

Muchas veces, juntos nos dimos cuenta de qué estábamos hechos, sintiendo que una suave brisa nos podría apagar. Aún así, ardimos furiosos, vivos, plenos.
Y siempre fue ella, tan auténtica y original, la realidad es que no nos parecemos, tampoco nos idealizamos, no tenemos muchas cosas en común, excepto nuestro cariño. Creo que no podría ser más perfecto.

Con el correr del tiempo hiciste que me planteara tantas preguntas.
Una de ellas, particularmente me llamó la atención.
       
           ¿Que hizo que te vuelvas TAN especial en mi vida?

Después de un tiempo, fui consciente que esa pregunta se contestaba con una simple frase:
     - Después de vos, hasta el café de todas las mañanas tenía otro gusto. 

sábado, 18 de julio de 2015

No importa realmente cuántas veces me vi  al espejo, o cuántos domingos por la tarde haya hablado conmigo mismo,
mucho menos cuántas veces en la ducha haya tenido conversaciones con mi consciencia.
Tampoco es relevante las opiniones ajenas sobre mí persona,
en definitiva, no importa cuánto creía que me conocía, porque llegaste vos y me reinventaste por completo.
Desde ahí entendí que despierto cada día con ganas de estar en tu almohada y besarte un buen día.
Y que siempre, absolutamente todos los días, tengo unas ganas de vos que no se me gastan con ninguna espera.

El tiempo, es todo eso que nos cambia la manera de mirar.  Tantas veces cambié mi forma de observarte y tantas veces me sorprendí por lo que ví. Para bien. Para siempre. 

En tus palabras hubo siempre de todo menos letras. Fueron y existieron siendo plagadas de sentimientos que me desnudaron, pero que nunca me hicieron sentir frío.
Sonrío con cada cosa que pienso de vos, pero soy realmente feliz, cada vez que puedo pensar en lo nuestro.