Viernes color nostalgia. Son las 15 y 27. Es una tarde de invierno de esas donde la llovizna ininterrumpida pero tenue rocía a una ciudad de las diagonales que, a pesar del agua, nada frena su curso caótico, desordenado y ruidoso.
Me distraigo por un momento, lo suficiente como para levantar la vista y ver que estoy situado entre 56 y 7, justo al frente del Bar Venue, y esa distracción alcanza para que cierre completamente el libro al que tanta atención le estaba dando y mire, casi hipnotizado, esas veredas, esos locales, toda esa gente, los autos y las calles, carteles.
Dejavú.
En el auto hay un silencio permanente, aunque para mí, es uno de esos silencios lleno de sonidos, de aquellos donde la cabeza grita emociones. Cada detalle de ese tan recordado ambiente me encandila como si fuese un insecto que no se concentra en nada más que esa luz que persigue. Cada objeto, lo recuerdo con la nostalgia que se recuerda esas cosas que siguen vivas, adentro nuestro.
Hoy aprendí, que hay situaciones que no se recuerdan, sino que se reviven, y despiertan en uno los sentimientos que vivimos en ese mismo instante.
Sonreí, a la vez que se me cayó una lágrima, sonreí con esa sonrisa que se presenta cuando uno está triste, encarnando un fantasma que lo persigue. El fantasma de tu abrazo, quizás, o de aquellas tardes que recorrimos esas calles, que vi esas paredes con sus edificios altos estilo europeo, y su gente, y su caos continuo. Aunque debo admitir que nunca me había centrado en ese entorno antes, mi foco de atención se perdía en tu boca cada vez que hablabas, y todas esas veces que me mirabas.
Por un rato miré con la añoranza que se mira a través de una ventanilla, casi de película, y por mi mente pasaban las imágenes que antes había vivido.
Cine San Martín, la palmera donde nos sentamos alguna vez, un banquito donde discutimos, también esa pared donde te dije cuándo te quería a la vez que cerré los ojos para abrazarte.
Volví al libro, con calma traté de dejar de pensar en vos, con la esperanza de que después de días y noches enteras haciéndolo, esta vez por fin funcione. Leí, y después de dos páginas me dí cuenta que no tenía idea que había leído en el renglón anterior y tuve que dejar de hacerlo por un rato, y tratar de dormir, el dolor de cabeza me estaba matando.
Largo viaje, mucho tránsito, tedioso y aburrido, sumándole un día gris, de esos que parecen acompañar el estado de ánimo de los tristes.
Aunque, últimamente, lo tedioso no es el viaje, ni el clima, tampoco los días ni las horas.
Es quererte, como si recién inventaran el verbo. Tierno, ilusionado y apasionadamente. Pero también triste, abrazando en mi mente, un cuerpo que brilla en su ausencia.
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