Dicen que siempre volvemos al primer lugar donde fuimos verdaderamente felices. Que siempre buscamos esos abrazos, como ave que busca a su madre después de nacer.
Dicen también, que nunca olvidamos. A veces intentamos, sí, pero en vano, por que los recuerdos que sacaron nuestras sonrisas más auténticas siempre están ahí, como esperando resurgir.
Afirman, algunos, que el destino es perverso, y nos hace malas jugadas para dificultarnos objetivos, pero a veces también es benévolo, y encamina su curso a ese lugar que tan bien nos hace sentir.
Otros, creen que nada se resuelve, que los problemas ajenos y propios son como un ciclo sin fin que siempre vuelven a uno.
Yo, particularmente, creo que todo tiene solución, que el cambio depende de uno y que, vale dejar de lado el orgullo, la tristeza, la vergüenza y los miedos. Vale dejar de lado absolutamente todo cuando algo verdaderamente importa.
También dicen, que para decir y sentir el auténtico amar, hay que ver la ira, los malos hábitos, las contradicciones y los malhumores, así como la primera imagen despeinada de la mañana, o los días donde se siente en tormenta.
Cualquiera puede amar una puesta de sol, también un amanecer, los días soleados y la alegría.
Se tiene que querer en serio para seguir queriendo, aún en la tristeza y en la decadencia.
Te juro, que te quise ayer, te quiero hoy y te quiero siempre. Te quiero bien, te quiero mal, también te quiero ciclotímica, y no estes muy segura si estas bien o mal. Te quiero, todo el tiempo.
Y también te quiero, acá, conmigo.
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