Mi momento preferido siempre fue tu mirada, acompañada de tus palabras que me decían un te quiero, porque ademas de mirarlo, ademas de escucharlo, podía sentirlo, y gozando de eso ya pertenecía a los privilegiados, a ese grupo de gente que tiene la suerte de poder querer, de poder sentir, de extrañar y tener celos, de tener miedo, de tener rabia, de tener enojo y esperanza, de tener tristeza, de tener de todo, todo gracias a querer, y sobre todo, sentirse querido.
Mis momentos preferidos ahora son los recuerdos, y aunque pueda parecer miserable y obstinado, ¿Como no seguir viviendo de algo que me alimento de felicidad? Si vos me enamoraste del modo más difícil, haciéndome sentir simple, limpio, puro, y prometiéndome con la mirada que me ibas a hacer feliz. Esa felicidad que necesitaba, esa que a gritos pedía y no encontraba.
Ésa, que aún necesito, esa, que aún sigo gritando.
Tal vez viva el pasado, y tal vez sea mediocre que sintiéndome tan solo y triste, mis únicos momentos realmente felices es cuando piense completamente en mis recuerdos. Ahí, en ese momento, cuando no pienso en nada más, que aislo mi cabeza del mundo y la tristeza, ahí sonrío, y por ahí también cae una lágrima, de esas que se van junto con la tensión, como soltándole la mano a los nervios.
Como no recordarte diariamente en mi rutina si el camino que recorrimos juntos, llenos de felicidad, fue un campo abierto, y también una playa, y también un bosque. Todo era posible con vos, y todo surgía como de repente, parecía que tenía un largo tiempo de ensayo pero la espontaneidad de los momentos tan perfectamente alegres, eran el broche de oro, esa virtud que los hacía aún mejores.
Como hacer para no pensarte, para que no estés acá, allá, ahí, de cerca y de lejos, gritando, susurrando, abrazando y golpeando, esas puertas de mi cabeza que se abren de par en par cuando lo recurrente se vuelve a presentar, si con vos pasaba el día entero sonriendo, con la ilusa idea de que solo habían sido cinco minutos. Que suerte haber tenido alguien como vos, para alguien como yo.
Como no querer tenerte de nuevo, cada día, cada hora y cada momento, si el tiempo ya pasó mil veces, y parece que me dice de forma implícita que se quiere quedar, y me empuja con el codo llenándome de esperanzas, tratando de convencerme de que vos también te queres quedar. Y a veces lo pienso así, y otras tantas no, y ese ida y vuelta es la tortura más cruel. El no saber que hacer, cuándo, como, dónde, no saber si sí, y tampoco saber si no. Si tiro, si aflojo, si corro, si paro, si salto, grito, callo, susurro, sigo o freno, no saber, si blanco ni negro, y estancarme en ese dudoso gris que tanto detesto.
Como no seguir recordando con la mente, con la boca, con mis manos y con mi piel, si nunca me pareció suficiente el tiempo cuando estábamos disfrutando, Siempre quería más de lo bueno, de lo puro y de lo amado, y me encanta ser así, porque siempre quería y quiero más de vos.
Si sos como una canción que siempre pongo, y la vuelvo a poner, una y otra vez, y cada vez con el volúmen más alto, cantando con más ganas y sintiendo, con más fuerza.
Porque mis noches ahora son tristes rutinas, noches que están más llenas de recuerdos que de estrellas.
Como no extrañarte si con vos sentí la panza llena de risas, el corazón lleno de amor, la boca llena de ganas y la mirada limpia. Como no hacerlo si siempre tengo ganas de vos, y a pesar del tiempo y lo ocurrido, las ganas siguen siendo las mismas, y siguen creciendo.
Como no extrañarte, si hablamos hasta cansarnos, intentando descifrarnos, hasta saber todas tus memorias, hasta saber nuestros hondos secretos, hasta deleitarme con verte,
Hasta que mis ojos obligaban a cerrarse, y dormirme, pero yo los forzaba a quedarse abiertos, para poder seguir teniendo el privilegio que siempre fue mirarte, y también quererte.
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