Y todo empezó cuando escribí tu nombre en una hoja en blanco, y fui consciente que te quería incluso, en las historias que aún no había escrito.
Ojalá, pudiera, de cualquier modo, sanar cada palabra rota en tu boca, llanto del cuerpo y tristeza de tu alma. Aunque lamentablemente no logro hacerlo, y soy tan humano que mi única magia es amarte.
Por eso pido y ruego que siempre tengas la mano tendida, y que yo siempre me atreva a buscarla.
Y claro que sí, también viceversa.
Muchas veces, juntos nos dimos cuenta de qué estábamos hechos, sintiendo que una suave brisa nos podría apagar. Aún así, ardimos furiosos, vivos, plenos.
Y siempre fue ella, tan auténtica y original, la realidad es que no nos parecemos, tampoco nos idealizamos, no tenemos muchas cosas en común, excepto nuestro cariño. Creo que no podría ser más perfecto.
Con el correr del tiempo hiciste que me planteara tantas preguntas.
Una de ellas, particularmente me llamó la atención.
¿Que hizo que te vuelvas TAN especial en mi vida?
Después de un tiempo, fui consciente que esa pregunta se contestaba con una simple frase:
- Después de vos, hasta el café de todas las mañanas tenía otro gusto.
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