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miércoles, 9 de septiembre de 2015
Comer sin sal, a mi parecer, convierte a la comida en algo un tanto insulso. Y comer la sal sola, es repugnante.
Y es raro, pero también lógico, que lo compare con lo que estoy viviendo. Realmente yo siento que el día a día sin vos es algo bastante insulso, y siento que pierde un poco el sentido. Por otra parte, sentir la felicidad en determinados momentos y no poder gozar con el lujo de tenerte también es repugnante.
Sobre todo, se vuelve raro, algo incompleto, vacío quizás. Haber conocido esa felicidad que vos me diste, simple por momentos, compleja por otros, pero siempre completa, hace que yo ahora que no estás sienta que los momentos alegres se rebajaron un poco, y el nivel de sentimiento tal vez esté, pero más bajo, distinto, hasta peor, quizás.
Vivo pensando y cada vez estoy más convencido de que haberme dejado atrapar por vos fue la decisión más correcta que tomé. Nunca hubiese creído la simplicidad de mi sonrisa con el solo hecho de ver la tuya, de tocar tu mano, de mimar tu pelo, caminar al lado y mirarte un poco. Me sentía feliz cuando puteabas por haber perdido la tuerca de un arito, o cuando tenías esas crisis pre salida antes de algunas noches, donde tu nivel de histeria subía y a pesar de que a veces me contestabas mal, yo seguía ahí, sonriendo, disfrutando de ese acto cómico que era verte mover de acá para allá, probandote algo y resongando porque no te gustaba.
Y yo ahí, calladito y con una sonrisa en la cara, mirando pero no opinando, disfrutando de esa indecisión. Al principio me preguntabas las opciones, después dejaste de hacerlo cada vez que te dije que todo lo que te ponías me gustaba como te quedaba.
En verdad lo pensaba así, y cada cosa que te ponías me parecía aún mas linda que la anterior.
Aunque lo importante ahí no era la ropa, tampoco las pulseras, los zapatos o la cantidad de cadenas o pendientes que te pongas, ahí lo importante eras vos, el resto me era indiferente, porque te hubiese dicho que estabas preciosa si terminabas desnuda, o envuelta en una sábana. De cualquier modo, estabas bien, y siempre lo estuviste.
Todos mis días eran iguales, hasta que los empezaste a cambiar vos. Y realmente amaba la vida, te amaba a vos y también me amaba a mí, cuando estaba en frente de esa mirada sostenida, cuando los ojos marrones como espejos de tu alma me mostraban la ternura que se encerraba en ese cuerpo que parecía frívolo y distante pero que a medida que pasó el tiempo gocé de lo intenso de tu ternura cuando me la regalabas.
Un día de éstos voy a escribir la historia de lo que podría haber sido, con la realidad de las peleas y los llantos, alguna que otra discusión y también tristeza. Pero, carajo, una historia con futuro, con alegría y con amor, con cada esfuerzo de aprender y crecer juntos. Una historia, así, acompañados. Una historia que podría haber sido presente y no haber quedado en la historia.
Porque capaz que éste boludo de brillante armadura que te enamoró, no era más que yo, un idiota envuelto en papel aluminio, pero empapado en ganas de darte razones diariamente para que me quieras cada vez más, como yo lo hacía.
Ahora, solo me resta ésto.
Lidiar con la indecisión de olvidarte o de quererte, pero la elección es tan difícil porque ambas duelen, aunque también ambas quiero. En realidad, simplemente, voy a terminar haciendo aquello que vos elijas. Al fin y al cabo, todo se resume a tu elección.
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