Y otro fin de semana que se nos va, otro fin de semana en el que me brindas compañía y me metes adentro de esa burbuja de felicidad que se forma cuando te tengo cerca.
Domingo a la noche, mañana se vuelve a la rutina, la rutina de levantarse temprano y cumplir las obligaciones, de hacer ese monólogo repetitivo semanal que tanto odiamos, el talonario de tareas que una y otra vez hacemos, como la de extrañarte a causa de tenerte tan lejos. Hasta parece apropósito que todas las cosas que me gusten las tenga lejos, tu cara, tu risa, tus besos, tu cuerpo, tus abrazos, tu compañía. La distancia es mi karma.
Y esas semanas se reducen a esperarte, a querer llegar a ese punto en el que te tengo frente a frente y no hago más que solo mirarte y demostrarte, cuán feliz me haces.
Mis fines de semana son eso, la verdad, tu compañía que improvisa tareas y no sigue rutinas, que me divierte la vida y me alegra mi propio sentir. Mientras el mundo te come la cabeza, hay alguien que te espera impaciente, para curarte de todo mal.
Y estoy convencido de que ese alguien sos vos, que teniendote a mi lado todo va a tomar un mejor curso.
Hoy, me quedé sin palabras.
Te miré, te miré mucho y quise decirte miles de cosas que mi cuerpo sentía en ese momento, y no pude, no pude hablarte y decirte todo, simplemente ya no tengo palabras para poderte expresar todo lo que yo te aprecio.
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