Y te idealice, te creí perfecta.
Hasta llegué al punto de pensar que no tenías errores, que no te confundías, que todo hacías bien.
Y empece a conocerte y supe lo errado que estaba, que sos humana, tan humana como yo o como él, como ella, como aquellos y como éste, que tenes el mismo derecho que todos a equivocarte, y que lo haces bastante seguido.
Pero miras para abajo, arrepentida, y te decepcionas de vos misma, tu autoestima baja un poquito más y te pones triste, lloras, pero levantas los brazos y vas para adelante, le pones esfuerzo y mejoras, mejoras en lo que hiciste mal, remendas los errores y emparchas los daños.
Y ahí entendí que sos mejor, que sos aún mejor de la mujer perfecta que imaginé.
Que vale mucho más alguien que se equivoca y lo sigue intentando, que alguien que no tiene la posibilidad de errar, que es más valiente, que siente más, que quiere más.
Y por fin entendí que vales mas de lo que yo merezco, y por eso soy agradecido, porque cuidar alguien que es TAN imperfectamente ideal es una responsabilidad enorme, y francamente quiero ser responsable.
Sí, definitivamente, asumo la responsabilidad de tenerte.
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