no porque quiera o porque deba. El despertador está puesto a las siete y diez.
Son las seis y treinta y ocho.
Miro al techo y el corazón me empieza a latir, esa taquicardia que últimamente se hizo mi mejor amiga producto de unos nervios incontrolables aparece, nuevamente, como ayer, como antes de irme a dormir.
Y otra vez, temprano por la mañana, me acuerdo de todo lo que me pasa, despierto a mi mamá para que me abrace y trate de calmarme, de acompañarme a que tal vez me sienta mejor. Aunque sea inútil, como siempre.
Temprano por la mañana, vuelvo a llorar, y mi día se convierte otra vez en un martirio. Ya desde temprano estoy seguro que mi día va a ser esa tormenta con lluvia y rayos que me va a hacer sentir miserable.
Temprano por la mañana, otra vez, vuelvo a estar triste.
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