Es como cuando miras el sol y de repente una nube lo tapa, seguís viendo el resplandor que produce pero ahora un poco tenue, borroso, al punto de no saber cuál es la nube y cuál es el sol.
Así me siento ahora, justo en este momento, cientos de cosas con respecto a lo nuestro se me cruzan por la cabeza, y paulatinamente aumentan mis incertidumbres y el prisma de colores al que llamo decisiones solo se vuelve blanco, y negro.
Es molesto, irritante, hasta casi agotador tener ese blanco, negro, blanco, negro, blanco y negro, metido en la mente la punto de no poder disfrutar de ninguno, de encontrar el equilibrio en ambos.
Pienso en blanco y negro empuja para que blanco caiga y llega blanco levantándose de la caída para tumbar a negro, el cuál no tropieza y solo trastrabilla, junta fuerza y topa a blanco para que voltee al suelo y el proceso se repita miles de veces.
Pienso en lo bueno, y pienso en lo malo.
Y no puedo encontrar la armonía de ambos.
Tal cuál parece que la presencia de una enorme felicidad no opaca la de una gran tristeza.
Y viceversa.
Y que ironía, que mientras te quiera abrazar solo quiera alejarme, para luego darte un beso e irme por donde vine.
Solo el tiempo me va a solucionar ésta confusión, y espero pase rápido.
No veo la hora de hacerte completamente bien, y que en tus recuerdos solo me tengas a mí.
Si, solo a mí, seré egoísta. Pero ahora que sé que existís, ahora que sé todo el potencial que tenés para sacarme una sonrisa todo el tiempo, te aseguro.
No quiero perderte.
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