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miércoles, 25 de febrero de 2015

Me desesperé, me faltó el aire, ¿saben?
Sentí esa sensación cuando estás durmiendo y te despertás pensando que te estás cayendo, que te volteas hacia un vacío que nunca termina.
Se me calló una, dos, tres, muchas lágrimas casi de forma simultanea y se me cerró el pecho.
Me tembló la pierna derecha, apreté los dedos y cerré los ojos.
Casi grito, pero éste no es horario de gritar.  Sentí el temor que desde todo el cuerpo me subía hasta el cerebro, apoderándose de él al punto de entrar casi en pánico.

Me creí en shock, me sentí en shock. Definitivamente estuve en shock.
Sentí esa sensación cuando se te cae algo, tiras un par de movimientos bruscos pero al fin y al cabo ese objeto se aleja de vos y cae al suelo.

Así me siento cada vez que estoy en el punto casi irreversible de perder algo, algo que sincera y verdaderamente me importa.
 Me pasa cuando corro el riesgo de que otra vez, como pasa siempre, algo de mí se aleje. Y esté otra vez, inmerso en esa eterna situación donde algo que me importa, no lo tenga conmigo.


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