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miércoles, 2 de marzo de 2016

Corriendo, desesperado, a veces gritando y otras hablandote más despacito, pero siempre dejando apenas, fragmento de vida en esas palabras que cada tanto te dije. 
Durmiendo, con horas de sueño interrumpidas por pensamientos que siempre, terminaban en vos. Pero siempre con las ganas de despertarme con el sabor de boca de un gran mañana que te incluya, en vez de los pies sucios del amargo ayer.
Porque, por lo menos hoy, hay tantas cosas que debería y soñaría hacer pero por alguna razón todas parecen secundarias.  
Y después de tanto entiendo que esa razón sos vos.
Es que la vida tuvo un gustito más dulce el día que aprendí a mezclar el café de la mañana, con lo tierno de tu sonrisa. 
Y que peor que sufrir ahora éste sabor amargo de tu ausencia, y un café insípido que te pide devuelta.

Porque a pesar de que deseo cosas imposibles, no las pido. Porque sé que ese clavo del pasado te atormenta y te lastima cada vez que imaginas un futuro.  No te pido que de repente te vuelvas calor y juntos hagamos calidez, porque entiendo que si ahora sos fría es por la cantidad de cosas que queman por dentro. 

Hoy, tengo todas esas ganas de que bajo la lluvia la melancolía no se haga más fuerte.
Sino que, cuando llueva,  vos allá y yo acá, los dos tengamos ganas de que la lluvia nos caiga encima.
Y yo te abrace,
y vos, otra vez, vuelvas a buscar mi abrazo.

Te dí la mejor versión de mí, e inconscientemente también la peor. Esa que nadie tuvo y tampoco que nadie va a tener, seguramente.
Solo espero que recuerdes y que sientas, que todo eso que nos separó, no es más fuerte de todo eso que nos logró unir.


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