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jueves, 31 de diciembre de 2015

Muchas veces fue cuatro, cinco.
Algunas otras veces no llegué ni a tres.
Otras tantas sentí que las cosas eran duras y todo se teñía de ese tinte casi desconocido, perverso, oscuro y triste.  Ese tinte que te mancha el alma y te cambia en parte, la forma de ver las cosas. Ese tinte que rocía el mundo de pesimismo, de caminos cerrados, de puertas rotas y ventanas sin salidas. 
Esas veces llegué a seis.

Muchas otras parecía que las venas ardían, que quemaban.  Que las uñas y los pelos sentían todo el dolor que el cuerpo y el alma desbordaban.  Inquieto, nervioso. 
Lloraba, sí, muchas veces lloraba. Frenesí de lágrimas incontrolables que no cesaban, ni tampoco intentaban hacerlo.  Sensaciones tristes acompañados por situaciones aún peor. 
Esas, esas eran esas situaciones que llegaba a siete.



Ocho, 
¿Nueve? tal vez ...
Los nervios ya pasaban a la incontrolable desesperación de tener en las manos algo tan inestable como la tristeza misma, y no saber manejarla.  Monótonas noches, largas, duras, de esas casi infinitas donde el sueño no está, y solo es uno con sus pensamientos.
Solo es uno con sus pesares, con sus tristezas.  Con todo eso que nos lastima, que carece del sentido lindo que la vida tiene. 
Días, también tristes.  Mente dispersa, o enfocada, en todo eso que me lastima. 
Heridas que estaban y pensamientos recurrentes que cumplían la función de ese cuchillo llamado inconsciente que hurgaba cada vez más, lastimando, haciendo sangrar una y otra vez.
Y ahí recurrí a esas cosas que llamé escapes, que más que escapar me hundieron en más tristeza, en más soledad.   Me hundió de a poco en todo eso oscuro que tal vez es mejor evitar, en los recovecos más inhóspitos del pesar humano. 
 
Pero salí.
Salí de eso, salté de ese vacío y la superficie me estaba esperando con flores de jacarandá y calurosas primaveras.



Otra vez,
la única vez,
ésta vez.

Ésta vez que se llenó de escapes nocturnos, de llantos recurrentes con lágrimas negras como la pena misma. De abrazos ausentes. De miradas que extraño y de manos que tanto desearía poder mimar. De recuerdos, de recuerdos de aquellas cosas que ocurrieron y también esos recuerdos que me hubiese gustado recordar, como si soñara cosas que no pasaron.
Ésta vez, que a pesar del pensar ajeno no es un amor infantil, o una ocurrencia obsesiva, o un objetivo inútil. Es un querer íntegro y enfermo, incontrolable.  Un querer arrepentido por un dolor causado.
Noches infinitas, días casi sin sentido que intentan buscar su fin en tareas obligadamente hechas con el objetivo de distracción. 
¿Pero como distraer a la mente de algo que viene de los sentimientos?
Como querer abstenerse a pensar cosas de forma consciente cuando es el propio insconsciente que nos recuerda de forma vil aquello que nos destruye de a poco y con todas las emociones posibles.
Como querer no pensar en algo que hasta con la sonrisa en el rostro me dibuja un llanto en lo profundo del alma. Una de esas inquietudes que ni dormido cesa, que hasta soñando lastima.
Que hasta de día te extraña.
Ésta vez, la primera que vivo ésta angustia y esta ausencia. 

Ésta vez,
la única vez,
en la tabla de las tristezas,
que se lleva un diez.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Me estás dejando solo, realmente. 
Y es muy duro enfrentar todos los días esa lucha en mi cabeza entre la razón y la realidad contra la esperanza y la fe, esa que cada día se desmorona un poco más.
Aunque por desgracia, siempre te quise y lo sigo haciendo de un modo que podrías arruinarme un millón de veces y yo seguiría estando un millón más por si me necesitas. Y como sos, te aseguro que me estoy arruinando.
Porque vivo con la incertidumbre de si realmente yo significo algo para vos. Algunas veces confirmo que no, y otras, me doy cuenta que claramente es así.  Solo cuando me lo decís es cuando te creo, cuando al menos por un ratito sigo creyendo que me seguís queriendo, porque ya no hay lugar para interpretaciones sobre tus acciones.
Yo siento lo que haces, porque lo que decís ya es muy poco y a mí ya no me alcanza con eso.
Y lo que haces, me parece tan desinteresado, que cada vez que lo pienso me hace agachar más la cabeza.
Lo siento, por mí, por vos, por ésto, por lo que fue, por lo que es y por lo que tal vez ya no sea más, porque yo siempre fui capaz de todo con tal de dibujarte una sonrisa en la mirada.  Sé, te juro que lo sé, que ese todo que yo hice tuvo una faceta tan cruda y terrible. Sé que te hizo mal, que lloraste y que por noches me odiaste. Lo sé porque te entiendo, porque una de las tantas cosas que me enseñaste, fue a ponerme en el lugar de otro. 
Ahora, lo que me duele, es que no seas capaz de ver que ese todo que yo hice también tuvo un lado contrario al que te lastimó. Que ese lado sigue vigente, fuerte, y con todas las ganas de pelearle al mundo para sacarte una sonrisa. Porque hacerte reir siempre fue uno de mis grandes éxitos, y tuve la suerte  de ver durante un tiempo lo mismo con los ojos cerrados que con los ojos abiertos, porque cuando estaba con vos te veía y cuando no, te soñaba.
Porque ahora todo ésto cuesta el doble, y que mejor que mi fuerza y la tuya para pelearla. Mi fuerza está acá, a rastra de cansancio y tal vez un poco de aceptación, pero de a poco entiendo que la tuya es más débil, más tímida, más chica.
Porque siempre estuve de paso, siempre fui un egoísta desinteresado que reía antes de llorar y que se iba antes de sufrir.  Pero con vos hice una excepción, y crucé los dedos, antes de cruzar los besos y desabrocharme el corazón. Y no hice una excepción porque te haya elegido.    
Elegir, elegí con que juguetes jugar, que teléfono tener, por qué equipo hinchar. 
En cambio, vos, sos de ese grupo de cosas que es un punto y aparte del resto.  Un término adentro de los paréntesis.  La lluvia en Enero en plena humedad,  el primer sol de Primavera, los mejores colores de los árboles más lindos en Otoño, un helado inesperado en esos días calurosos.
Sos de eso que aparece aunque no lo pidas y nos llena el alma.
Y rompo en lágrimas cuando no pensas un poco en que ahora me sigo jugando entero con vos, como aquel día, como ese que te dije las cosas más lindas por primera vez.  Porque te aseguro que pasé de ser la persona más despistada y con poca memoria, a un detallista minucioso y recordando cada pizca de cada recuerdo con todo lo que se refiere a vos.  Si, me acuerdo de cada palabra, de esas que me hicieron sentir pleno y también de aquellas que me hicieron sentir tan miserable como me fuera posible. Ahora mismo siento que yo estoy con vos, y vos de acá ya te fuiste.
Y aunque tal vez me extrañes no haces absolutamente nada para dejar de hacerlo, y duele, y lastima, y quema y desgarra. Porque dolor más grande que tu indiferencia que tanto odio pero con la que tanto convivo, no existe. 
Insisto, insisto y persisto porque me levanto todos los días con la convicción necesaria para pensar que si se quiere se puede, que gana quien persevera. Que no hay nada más importante que defender a toda costa la sonrisa que vendrá. Y que mejor sonrisa que la tuya. O mejor dicho, que mejor sonrisa que la mía cuando te veo.
Que mejor que vos, y mis ganas de querer quedarme. De no querer viajar de regreso a casa, de acurrucarme todo el tiempo que nos sea posible, al lado tuyo. Porque me parece mágico que desde que te conozco hasta ahora, mi principal prioridad en el mundo es verte feliz y que, de algún modo, yo tenga que ver con eso. 
Te quiero, te quiero tanto y sin ninguna ausencia. Te quiero plena acá, y allá también. Te quiero feliz.
Y también quiero que compartas un poquito de eso tan grande que sos vos, conmigo. Total, yo siempre voy a estar acá, esperandote. Solo decime que me quede, que te espere, que te aguarde. Decime sutilmente que me queres. Pero hacelo, que a veces sos tan rebuscada que no logro entender lo que me queres decir con actos.
Porque quiero que sepas, que yo, acá estoy. Solo quiero saber, si vos, vas a estar.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Hoy no sé que escribirte, aunque me muera de ganas de hacerlo.
Hoy, si te tuviera en frente, no sabría que decirte, aunque tenga millones de cosas guardadas.
Hoy, si a causa de una hermosa casualidad te cruzara por la calle, no sabría que hacer, aunque por tantas noches cruzarte fue mi único sueño.


  Hoy, creo que todo se reduce a empezar de nuevo,
   Y que, aunque no tenga idea por donde empezar,
Creo que el principio, sería abrazarte.

martes, 1 de diciembre de 2015

Vaya a saber uno, donde están archivados los legajos de las cosas que jamás sucedieron.
Vaya a saber uno, donde está la constancia escrita de todos los hechos que aunque por más que los hayamos deseado cada noche y cada día por cada instante, no tuvieron lugar.
Aunque ahora que lo pienso, probablemente no exista en todo el universo riqueza tan grande que aquellas infinitas actas, documentos y fichas sobre las improbabilidades más hermosas, de la impresión recibida de un viaje que no se realizó, de la servilleta escrita en algún bar al que no fuimos,  las fotos que nunca fueron tomadas de las vacaciones que nunca hicimos juntos, o de las consecuencias inevitables de una decisión que nunca fue tomada.

¿Donde estarán los videos que nunca se grabaron, de las cosas graciosas que nunca hicimos?
¿Donde quedarán archivados los recuerdos que nunca ruve en la cabeza?  Como ese de escuchar tu risa toda la noche y que te duermas en mi pecho, sin sombras, sin fantasmas ni miedos, queriéndote para no soltarte jamás.
O aquel otro, ese que tampoco ocurrió, el de aquel día que te sentías tan fría y pálida que todas tus inseguridades se calmaron con un abrazo. De esos cálidos, que no te dí. Que los tenía, que los guardaba, que eran solo para vos. De esos que no pasaron, de esos que no te pude dar, aunque me muera de ganas.


Vaya a saber vos,
vaya a saber yo,
donde están los repertorios de los momentos que no sucedieron, aquellos sometidos a la influencia de nuestra memoria, que solo se convirtieron en ficciones... A cada uno de ellos, los recordaría, leería uno por uno esos documentos como relatando un cuento que jamás pasó.


A decir verdad,
mi mayor deseo es encontrar ese lugar,
ese depósito de las cosas que no ocurrieron,
para vaciarlo, para leerlo, para vivirlo.
Para tenerte.