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lunes, 20 de abril de 2015

Conclusiones de madrugada.

Arrimé la cama al ventanal, ese ventanal que tanto me gusta, llenos de luceros de ciudad y montañas de cemento.
Me desperté mil veces esa noche, y mientras todos pensaban en la rutina del día siguiente yo estaba con la cabeza pendiente en mirarte. Te observé tanto, tanto que no puedo contar cuántas veces lo hice, parecía que mi mente no dejaba que me durmiera y de modo impetuoso me decía algo como

- ¡Mirala, mirala, y no la dejes de mirar!

Pasé la totalidad de la noche observandote tan de cerca como me era posible, haciendote caricias, abrazandote fuerte, dandote besos mientras vos dormías, dormí, me desperté, te miré, dormí, y el proceso duró hasta que por fin pude cerrar los ojos sin volver a despertarme, hasta que amaneció, y por suerte, al abrir los ojos, te pude mirar nuevamente.
Y mientras te miraba te mimé, te mimé tanto como nunca mimé a nadie, y lo único que quería en ese momento era meterme adentro tuyo y abrazarte el alma, porque creo que en éste punto los abrazos en forma física me parecen insuficientes.

Miré la hora, eran 4:52, tenías tu cabeza en mi pecho y yo te abrazaba con un brazo, y con la mano restante te acariciaba la cara, mientras miraba para afuera.
Ésa madrugada de Lunes saqué una conclusión, me dí cuenta que sos el amor de mi vida.


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