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martes, 28 de abril de 2015

Y con el tiempo aprendí a acostumbrarme a estar con vos.
Y les aseguro que a veces la costumbre que refiere al amor es aún más fuerte que cualquier otra costumbre, y te liga a una condición que parece totalmente necesaria a tu vida, esencial, haciendote sentir que si una pizca de eso a lo que te acostumbraste te falta, ya no serías la misma persona.
Hoy puedo decir que no hay placer más grande que el placer de tenerte, y entender que sos humana, que erras, que te equivocas como yo y como otros, y que a pesar de eso, te voy a perdonar, porque algunas sensaciones como el enojo o el orgullo son inmensamente débiles comparadas al cariño sincero, al verdadero apego hacia alguien.
Y la verdad es que no quiero, bajo ningún punto, que te me escapes de mis manos, que simules ser agua y pases por mis dedos hasta escurrirte por la rejilla del lavamanos.  Y hoy mismo te estoy extrañando, y eso es aún más fuerte cuando esa frase sea válida para leer en cualquier momento donde te tenga lejos, porque no importa cuánto tiempo o a cuánta distancia estés, siempre voy a anhelar que estés al lado mío.
Aunque a veces, tengo que admitir, que te siento cerca, que te me haces presente con tus piropos lindos y tus mimos a la distancia, que creo tenerte a mi derecha apoyada en mi hombro y sonriendo, mostrando esos dientes blancos que me vuelven loco y me sumergen en la mas profunda paz.
Y así me siento, sinceramente, en paz. Esa serenidad absoluta que me da la seguridad de que te quiero tanto como vos a mí, no me la brinda nadie, ni nada. 

La última vez que te ví, me estuviste mirando desde un andén, y yo despidiéndome desde la ventana de un micro. Y ahí entendí que feas son las despedidas, pero que esperanzadoras se vuelven cuando se espera un nuevo encuentro.

Y ahí entendí que no necesitaba más que eso,
que la simpleza de la felicidad que me brinda tu presencia.

lunes, 20 de abril de 2015

Conclusiones de madrugada.

Arrimé la cama al ventanal, ese ventanal que tanto me gusta, llenos de luceros de ciudad y montañas de cemento.
Me desperté mil veces esa noche, y mientras todos pensaban en la rutina del día siguiente yo estaba con la cabeza pendiente en mirarte. Te observé tanto, tanto que no puedo contar cuántas veces lo hice, parecía que mi mente no dejaba que me durmiera y de modo impetuoso me decía algo como

- ¡Mirala, mirala, y no la dejes de mirar!

Pasé la totalidad de la noche observandote tan de cerca como me era posible, haciendote caricias, abrazandote fuerte, dandote besos mientras vos dormías, dormí, me desperté, te miré, dormí, y el proceso duró hasta que por fin pude cerrar los ojos sin volver a despertarme, hasta que amaneció, y por suerte, al abrir los ojos, te pude mirar nuevamente.
Y mientras te miraba te mimé, te mimé tanto como nunca mimé a nadie, y lo único que quería en ese momento era meterme adentro tuyo y abrazarte el alma, porque creo que en éste punto los abrazos en forma física me parecen insuficientes.

Miré la hora, eran 4:52, tenías tu cabeza en mi pecho y yo te abrazaba con un brazo, y con la mano restante te acariciaba la cara, mientras miraba para afuera.
Ésa madrugada de Lunes saqué una conclusión, me dí cuenta que sos el amor de mi vida.


miércoles, 8 de abril de 2015

Leí la frase una y otra vez, y mientras escribía:
- "¿En serio? ¿En serio me estás diciendo ésto?",  mi cabeza no paraba de preguntárselo, como cuando el cerebro no recae en lo que pasa y queda en shock, paralizado, frío ante una situación que, claramente, lo sobrepasa.
Mi cuerpo no paraba de cuestionarse si lo que estaba viviendo era real, si todo eso estaba en el aquí y ahora, me desesperé y el alma entera me empezó a trastabillar, y así mi madrugada del Martes se volvió una de las más tristes que he tenido.

Diecisiete mensajes dejé en su bandeja de entrada de facebook,  uno seguido de otro, uno más largo que otro. No hubo respuesta. Mi desesperación aumentó conforme a mis ganas de romper todo objeto que tenga cerca, pero me reduje a no hacer nada con el fin de no despertar a mi vieja.
Si mi idea era no hacerlo, claramente fallé, fallé luego de sollozos y lágrimas que terminaron en gritos y bronca.

Fui al ropero y agarré lo primero que encontré, abrí la puerta y decidí que, como hago cada vez que me siento tan triste al límite que mi cuerpo aguanta, fui a caminar, solo, tan sólo yo y mis pensamientos.

Y así el mundo pareció haber conspirado para acompañarme en sentimiento, cuando me hizo sentir aún mas triste, poniéndose la noche más oscura sin luz de luna que me alumbre, viento frío que me entumeció las manos y silencio absoluto en éste pueblo casi fantasma a las 1 45 de la madrugada.

La verdad que no tenía idea que estaba haciendo, no sabía para donde ir, siquiera sabía si quería ir hacia algún lado, pero por varias horas mi única preocupación se centralizó en caminar, caminar tanto como me sea posible, caminar pensando que solo caminando se me solucionaría todo ésto que tengo en la cabeza, todo ésto que ni siquiera sé como llamarlo.

Mientras al fin me decidí para donde ir, pareció que mis piernas se habían movido de forma inconsciente y me encontré en la rampa del puente, ese puente, mi lugar donde siempre recaigo cada vez que de madrugada sufro la incontenible desesperación del llanto, ese llanto que te dan ganas de gritar y sumirte en más tristeza y soledad.
Y de repente sonreí, como si mi cuerpo sufriera la ambigüedad de sentimientos mas inesperada de toda mi vida, sonreí, sonreí viendo tu cara y una foto nuestra que había llevado en el bolsillo, y recordé que riendo a veces se llora,  que a veces las sonrisas no son felicidad, sino una manera de llorar con bondad.

Me senté, caí casi recostado en la esquina de ese puente que me tiene como socio vitalicio en el gremio de las visitas tristes.

Y ahí estuve por horas, con mis pensamientos y mis llantos, con toda mi bronca que de vez en cuando dejaba salir con un grito de esos que irrumpen el silencio de las noches muertas.
Por momentos sentí que para lo único que valía la pena moverse era para pegar un salto desde ese puente y caer de cara al asfalto, resolviendo todo de la forma más cobarde.
Estuve conmigo mismo por horas pensando, pensando cosas que ni yo mismo quería pensar, pensando que había perdido la fe en todo, y tiene sentido, después de haber sido decepcionado muchas veces, se pierde la esperanza en todo.

Se hizo tarde, el frío había aumentado aún más y el camino a casa se volvió eternamente largo, crucé la plaza y los árboles que se mecían con el viento parecían tenerme compasión cuando pasaba al lado de ellos, y con una muestra casi de respeto se quedaban quietos, como viéndome a mí y a la triste carga de lágrimas y lamentos que iba dejando atrás.
Llegué y lo único que hice fue acostarme en la cama, y dormirme, dormí durante un día entero, como si mis problemas se solucionaran tan fácil.
Ojalá fuera asi, ojalá que dormir fuese la solución a todo, aunque pensandolo bien, para que todo ésto se me pase, tendría que aprender a hibernar.

martes, 7 de abril de 2015

¿Y saben ustedes cuál es el único modo de medir el amor que se le tiene a alguien?
 Perdiendo a esa persona.

La dependencia emocional tan rígida y firme te destruye, te desvaloriza y te hace sentir menos. Tenes tan arraigada a la otra persona hacia vos mismo que la ausencia de ella te puede destruir por completo.
Y ya varios me dijeron que estaba loco por enamorarme - u obsesionarme, según ellos - así.

   Pero que me van a dar lecciones de cordura, cuando lo que yo necesito es que alguien, en su sano juicio, quiera enloquecer conmigo.

lunes, 6 de abril de 2015

Hoy me caí, toqué fondo.

La realidad, la cruda y dura realidad es que acaricio el suelo como quien toca un peluche sin ganas de soltarlo. Así estoy yo,

        Sin ganas de levantarme.

domingo, 5 de abril de 2015

Me acostumbro tanto a tenerte cerca, y me hace tan bien
Que cuando te alejas me siento vacío, solo, y desespero
no se que hacer, y paciente espero al próximo día en el que te vea.

Eso, justamente eso, es ser emocionalmente dependiente de vos.