Me desesperé, me faltó el aire, ¿saben?
Sentí esa sensación cuando estás durmiendo y te despertás pensando que te estás cayendo, que te volteas hacia un vacío que nunca termina.
Se me calló una, dos, tres, muchas lágrimas casi de forma simultanea y se me cerró el pecho.
Me tembló la pierna derecha, apreté los dedos y cerré los ojos.
Casi grito, pero éste no es horario de gritar. Sentí el temor que desde todo el cuerpo me subía hasta el cerebro, apoderándose de él al punto de entrar casi en pánico.
Me creí en shock, me sentí en shock. Definitivamente estuve en shock.
Sentí esa sensación cuando se te cae algo, tiras un par de movimientos bruscos pero al fin y al cabo ese objeto se aleja de vos y cae al suelo.
Así me siento cada vez que estoy en el punto casi irreversible de perder algo, algo que sincera y verdaderamente me importa.
Me pasa cuando corro el riesgo de que otra vez, como pasa siempre, algo de mí se aleje. Y esté otra vez, inmerso en esa eterna situación donde algo que me importa, no lo tenga conmigo.
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miércoles, 25 de febrero de 2015
lunes, 23 de febrero de 2015
Es como cuando miras el sol y de repente una nube lo tapa, seguís viendo el resplandor que produce pero ahora un poco tenue, borroso, al punto de no saber cuál es la nube y cuál es el sol.
Así me siento ahora, justo en este momento, cientos de cosas con respecto a lo nuestro se me cruzan por la cabeza, y paulatinamente aumentan mis incertidumbres y el prisma de colores al que llamo decisiones solo se vuelve blanco, y negro.
Es molesto, irritante, hasta casi agotador tener ese blanco, negro, blanco, negro, blanco y negro, metido en la mente la punto de no poder disfrutar de ninguno, de encontrar el equilibrio en ambos.
Pienso en blanco y negro empuja para que blanco caiga y llega blanco levantándose de la caída para tumbar a negro, el cuál no tropieza y solo trastrabilla, junta fuerza y topa a blanco para que voltee al suelo y el proceso se repita miles de veces.
Pienso en lo bueno, y pienso en lo malo.
Y no puedo encontrar la armonía de ambos.
Tal cuál parece que la presencia de una enorme felicidad no opaca la de una gran tristeza.
Y viceversa.
Y que ironía, que mientras te quiera abrazar solo quiera alejarme, para luego darte un beso e irme por donde vine.
Solo el tiempo me va a solucionar ésta confusión, y espero pase rápido.
No veo la hora de hacerte completamente bien, y que en tus recuerdos solo me tengas a mí.
Si, solo a mí, seré egoísta. Pero ahora que sé que existís, ahora que sé todo el potencial que tenés para sacarme una sonrisa todo el tiempo, te aseguro.
No quiero perderte.
Así me siento ahora, justo en este momento, cientos de cosas con respecto a lo nuestro se me cruzan por la cabeza, y paulatinamente aumentan mis incertidumbres y el prisma de colores al que llamo decisiones solo se vuelve blanco, y negro.
Es molesto, irritante, hasta casi agotador tener ese blanco, negro, blanco, negro, blanco y negro, metido en la mente la punto de no poder disfrutar de ninguno, de encontrar el equilibrio en ambos.
Pienso en blanco y negro empuja para que blanco caiga y llega blanco levantándose de la caída para tumbar a negro, el cuál no tropieza y solo trastrabilla, junta fuerza y topa a blanco para que voltee al suelo y el proceso se repita miles de veces.
Pienso en lo bueno, y pienso en lo malo.
Y no puedo encontrar la armonía de ambos.
Tal cuál parece que la presencia de una enorme felicidad no opaca la de una gran tristeza.
Y viceversa.
Y que ironía, que mientras te quiera abrazar solo quiera alejarme, para luego darte un beso e irme por donde vine.
Solo el tiempo me va a solucionar ésta confusión, y espero pase rápido.
No veo la hora de hacerte completamente bien, y que en tus recuerdos solo me tengas a mí.
Si, solo a mí, seré egoísta. Pero ahora que sé que existís, ahora que sé todo el potencial que tenés para sacarme una sonrisa todo el tiempo, te aseguro.
No quiero perderte.
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