el helado abrazo del viento congeló mi cuerpo,
las manos se me entumecieron y mis labios,
morados se volvieron.
Y a lo lejos apareciste con entusiasmo meciendo,
tus caderas y tu pelo con un compás y un risa,
mientras yo te miraba y el tiempo iba transcurriendo,
mis ojos fijos admiraban tu caminar deprisa.
Las hojas desprendían su mano de sus padres,
volando sumisas y libres por el aire,
posándose en tus hombros y a tus laterales,
dándote camino, mirando tus andares.
Y que ironía, sinceramente,
que mientras el Otoño anuncie lo frío del Invierno,
yo me sienta cálido y tierno,
acogido en tus brazos y tu resguardo,
a la luz de la luna, los dos abrazados,
mirando lo lindo de tus ojos pardos.
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