No tenemos nada más que la presencia del otro, el sol se pone en el horizonte, te veo, ahí.
Viento, brisa, te acomodas el pelo, te beso nuevamente y Neruda se revuelca en su tumba con mi monólogo aburrido y repetitivo, te miro, no puedo parar de mirarte.
Vos agarras el celular, te acordás de todo lo que te hice, me devolves dos o tres besos secos, fríos, como si el amor que sentiste alguna vez se te desvaneció de repente.
No puedo parar de mirarte.
Haces un paso, amagas a irte, te freno con el cuerpo, me miras, ¿Me desafias? te tiro un beso, miras para abajo, me esquivas, me arrepiento, acumulaste resentimiento y rencor, te llené de tristeza y no puedo hacer nada.
No puedo parar de mirarte.
¿Que pasó? simplemente el tiempo, mi tiempo de lastimarte ya terminó y ahora llegó la hora de ser lastimado.
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