Huguito es un nene cualquiera, tiene 12 años y vive en Temperley, él y su familia son oriundos de Bolivia, llegaron acá por cuestiones de trabajo, tratando de vivir y dejar vivir lo mejor que pueden. Él es uno de esos pibes inadaptados que no habla con nadie, se queda callado y vive la vida mirada desde un rincón, sin molestar, sin siquiera figurar, manteniéndose al margen de todo.
Va a la escuela Escuela N° 2 - Juan Bautista Alberdi, donde casi no habla con nadie y lo único que hace es aprovechar la oportunidad que su papá alguna vez no tuvo, y que, por las vueltas de la vida, termino rebocando paredes y apilando ladrillos.
Huguito no tiene amigos, su triste historia lo llevó a ser una víctima de una sociedad argentinizadamente cruel que constantemente le recuerda lo diferente que es al resto, o tal vez lo único que él es, no lo sé, pero si se que esta criatura sufre, sufre como nadie, como nunca, sufre en silencio, un silencio atroz que lo encierra y lo excluye, una especie de trauma que lo hace desconfiar del mundo y lo lleva a no querer relacionarse con nadie, una víctima de los prejucios que se harto de la idiotez humana y decidió vivir solo.
Puntualmente sufre los constantes abusos de Pablo, un compañero de su misma escuela, de su misma aula, del cuál recibe reiteradamente prejuicios y maltratos, un salvaje, violento e insensible que tiene como naturaleza y esencia misma solo pegar, hacer el mal, ser dañino y compulsivamente idiota. Huguito no se defiende, es un nene totalmente inocente que, cuando Pablo lo insulta o le pega, se le cae una lágrima, se sacude el polvo, se levanta y se va, sin llorar, sin manifestarse, y sufrir de esa manera es la peor forma de sufrir.
Llega a la casa diariamente y se encuentra siempre con una situación, para algunos, angustiosa, todos los días vuelve con la incertidumbre de que si hoy le toca o no deleitarse con algo para comer, o morder un pan duro, o si simplemente no comer nada, ni siquiera masticar chicle, porque hoy no hay, porque no hay plata para alimentar a todos y a veces hay que hacer un sacrificio por los hermanitos más chiquitos que, ante una inocencia casi desprotectora, no saben de su situación.
La vida ubico a Huguito y a su familia en una situación desfavorable, porque les tocó, porque a veces no somos nosotros mismos los que decidimos que hacer y de qué manera, la vida castiga a quien no debería castigar, y favorece a quien no debe favorecer, ¿Confuso no? si, hasta injusto, una injusticia casi angustiosa, que da rabia y nos embronca, pero es la realidad, una realidad que Huguito ya aceptó y la afronta como puede, como le sale.
Ese Martes llega a la escuela, después de haber comido dos galletitas de agua y un té sin azucar, porque para leche no alcanzaba, al entrar al aula ya es consciente que una vez mas, como todos los días, va a sufrir los maltratos de una bestia insensible e irritante que no tiene respeto por nadie ni por nada, pero entra igual, porque más allá de esa situación de mierda, él quiere aprender, ser alguien en la vida, y de algún modo tratar de hacer las cosas bien en una sociedad que está cansada de hacer las cosas mal.
Al entrar al aula, Pablo se levanta y sin razón a alguna le pega a esta alma esclavizada por el tormento de tener que aguantar, diariamente, al ser humano y su idiotez, un golpe es seguido por otro, cada vez más fuerte, luego es acompañado por un combo que en vez de traerte una hamburguesa, una porción de papas y un vaso grande con gaseosa, incluye golpes, patadas, e insultos. Huguito mental y físicamente está cansado, harto de todo, la bronca le invade el cuerpo y recorre cada parte del mismo, está lleno de odio, un odio que lo envenena, un odio hacia todos, hacia Pablo, hacia el mismo, hacia el mundo. Mientras recibe las patadas y esos golpes en la cara que le hincha los pómulos, suelta un frenético y desesperado :
- ¡¡¡¡BASTA!!!! .
Seguido por :
- ¿Que te pasa Pablo? ¿Que clase de ser inmundo y repugnante sos? ¿Por qué gozas ver las lágrimas en los demás? ¿No sos lo suficiente alegre como para robarle la alegría a otras personas? Cada golpe, cada maltrato, no es solo eso, a medida que el número de trompadas en mi cara aumenta, paralelamente disminuye mis ganas de vivir, mis ganas de soñar, mis ganas de seguir en un mundo egoísta lleno de gente idiota como vos, ahora te pregunto, ¿Que es lo que disfrutás? ¿Te desquitás conmigo por no ser ese proyecto de vida que alguna vez pensaste ser? Me das asco, me repugnas, y tengo una duda,
¿Que tan miserable tengo que ser para que seas feliz?
Pablo dejó de pegarle, lo soltó de la remera que estaba agarrando para embocarle mejor los golpes y lo miró asombrado, totalmente anonadado, sorprendido por esos ojos que estaban llenos de una tristeza agobiante, hacía tiempo que le venía pegando a una persona maravillosa, culta, sabia y totalmente sorprendente, destruyendo sus sueños y su esencia misma, hacía tiempo que estaba matando por dentro a alguien que estaba lleno de vida, y no se daba cuenta, no tenía idea que Huguito, ese Huguito que molía a golpes todos los días, era un ser incomprendido pero genial, una de esas personas que merecen vivir 200 años, de los que quieren mejorar al mundo, de ese tipo de gente que estamos acostumbrados a maltratar, sin saber, como ignorantes que somos, de su genialidad.