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jueves, 28 de noviembre de 2013

Me rindo.

Y ahí fue, levantando mi mirada hacia el horizonte, vi una figura celestial y conmovedoramente bella, y ahí fue ...
  Justamente ahí,    Te vi .
Sonriente, reluciente de vida,
Desbordando destellos de alegría que me inundan con una fuerte dosis de vos misma.  
Te miré y me brindaste  una sonrisa.  Puedo asegurar que no me mataste, definitivamente no lo hiciste, pero ese día, algo murió en mi.   Tal vez fue el miedo a entregarme totalmente a alguien que con total impunidad, podría lastimarme.
Que misteriosa es tu belleza,  esa magnitud que encierra, tu risa es un pedazo de cielo en la tierra misma.
Tu risa me hace perder completamente la cordura, me saca años y me agrega infancia, me suma inocencia.   Tu risa me hace libre, con ella, puedo fantasear con enfrentar el mundo mismo.
                                                   
  Tus ojos me brindan la paz más absoluta,  me ceden la libertad de viajar por galaxias enteras, vagar por una nube de sentimientos que afloras con tu sola presencia.
Tus manos,  suaves como un campo de azahares en una soleada tarde Febrero,  me divulgan caricias por todo mi cuerpo, rizando cada uno de mis pensamientos.
Tu cuerpo,  despide por cada uno de tus poros una gota de magnificencia.
La redundancia de tu risa está lejos de ser algo repetitivamente molesto.  Poseedora de dientes tan blancos como la nieve misma,  labios suaves, cálidos y finos,  me brindan un beso que poco a poco me arrebatan un trozo más de corazón.

Ya está, definitivamente ya no más.
 Me rindo ante vos, ante semejante amor.
Quise resistir, pero hasta acá llegué,
Te adueñaste de cada rincón de mi alma,
Sos dueña de mi escencia, de mi amor.
Desde ahora te nombro propietaria de mi vida.